A mediados de la década de los 50 y hasta bien entrados los 60, el PIB (producto interior bruto)japonés creció un 9% de media. Los productos manufacturados, la construcción y las infraestructuras fueron los sectores que más se desarrollaron y la agricultura pasó a un segundo plano (tan solo un 25% de la población seguía dedicándose al campo). Es a partir de este momento que Japón experimenta el primero de los denominados booms económicos: el Boom Izanagi. Los grandes conglomerados industriales, keiretsu (de los que hablaré más detenidamente próximamente), fueron los responsables de este suceso. Los keiretsu japoneses eran constituidos por grandes empresas que trabajaban muy unidas, cooperando para ganar dinero juntas y sin hacerse la competencia. Por encima de estos conglomerados se situaba el MITI (Ministerio de Comercio Internacional e Industria), que influía de forma directa en la marcha económica del país y tenía capacidad para dar órdenes directas a los keiretsu si de ello dependía la mejora de la economía nipona. En esta época, con un crecimiento anual entre el 11 y el 13%, Japón cambió de estrategia invirtiendo en sectores como el de la industria pesada, la construcción de barcos o la maquinaria. En definitiva, mercados que le permitieron centrarse de forma “indiscriminada” a la exportación. A principios de los 70, el país asiático siguió creciendo pero a un ritmo más lento a razón del 4-6%, muy influenciado por la crisis del petróleo de 1973. El encarecimiento del barril de crudo hizo bajar la producción industrial ya que Japón, con escasas materias primeras, dependía en gran medida de la importación de petróleo. A su vez, los costes de producción más elevados hicieron subir el precio de los productos finales.
A finales de los 80 tuvo lugar el segundo boom de nombre Heisei. Este se caracterizó otra vez por un cambio de estrategia en los sectores de producción. Superada la crisis del petróleo, Japón se volcó en la fabricación de productos con alto valor añadido. La máxima era exportar. Así el país entró de lleno en la producción de aparatos electrónicos y también de automóviles. El país se había convertido en la segunda potencia económica mundial, produciendo aproximadamente el 70% de todo el PIB asiático. Grandes inversiones en I+D, apostar por sectores de futuro así cómo encarar la economía claramente a las exportaciones fueron algunos de los éxitos del país nipón.