A todo ello se suma una economía estancada, con un déficit público que algunos organismos internacionales estiman que este año podría llegar al 11% del PIB y una deuda pública que se sitúa en torno al 220% del PIB, lo que convierte a Japón en el país desarrollado más endeudado del planeta. Un momento complicado para el país del sol naciente, tanto a nivel económico cómo social, y es que Japón tendrá que encontrar en breve una solución al exponencial envejecimiento de la población y al coste que supondrá pagar la jubilación a todos estos ciudadanos.
El futuro mandatario japonés es partidario de subir los impuestos para sanear el gran déficit y la abultada deuda pública de la tercera potencia mundial, así como de revisar la política nuclear.