Según la leyes medievales, la mujer era considerada propiedad de su marido o de los padres de éste. El adulterio era visto como una disputa entre dos hombres por una propiedad, la mujer. En esa lucha tomaban parte el marido, su esposa y el amante pero también las familias de los implicados. Estas se verían involucradas en una disputa que, en algunos casos, podía desestructurar el orden social establecido. Que la familia se viera como una prolongación del estado llevó a los gobernantes de la época a implicarse seriamente en la regulación de la práctica del adulterio.
A la hora de aplicar el castigo pertinente había una clara diferencia entre la visión que tenía el bakufu y las costumbres de cada pueblo o región. Desde el shogunato se promulgaban las leyes más importantes, pero su aplicación se dejaba en manos de los señores feudales de cada territorio, los daimyo. De este modo, las comunidades rurales asumieron un peso importante en la regulación de esta práctica. Cuanto más inverosímiles se volvían los casos de adulterio, más interés prestaba el gobierno shogunal por regularlos, así se extendía su área de influencia hacia los territorios y dominios feudales.
¿Cúal era el castigo para lo adúlteros? ¿Qué partido tomaban las familias en todo el proceso? Todo esto y más en el último artículo.
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