¡Feliz año a todos los lectores del blog! Espero que este sea tambíen un próspero año para todos vosotros.
Hace unos días, una de mis profesoras me habló de un restaurante español cerca de la estación de Miyazaki. La verdad es que cuento con los dedos de una mano mis experiencias con la comida española en Japón y, por norma general, el precio a pagar no se corresponde con la calidad que ofrecen. De todos modos, ayer decidí dar otra oportunidad a todos esos cocineros japoneses que procuran acercar a sus compatriotas la verdadera comida española.
Hace unos días, una de mis profesoras me habló de un restaurante español cerca de la estación de Miyazaki. La verdad es que cuento con los dedos de una mano mis experiencias con la comida española en Japón y, por norma general, el precio a pagar no se corresponde con la calidad que ofrecen. De todos modos, ayer decidí dar otra oportunidad a todos esos cocineros japoneses que procuran acercar a sus compatriotas la verdadera comida española.
Junto a mi amigo
coreano Ki Seok Lee, quién hasta ayer aún no había probado la
comida española, nos subimos al tren en dirección a la ciudad de
Miyazaki. Encontrar el establecimiento fue pan
comido. Los colores amarillo y rojo intenso, característicos de la
bandera española, decoraban una fachada ambientada con motivos
taurinos y la mundialmente conocida bailaora sevillana. Junto a la
mujer con vestido de faralaes un texto en español, con sus faltas
ortográficas y gramaticales al orden del día, pretendía imprimir
un toque más castizo al local.
En el interior, el
ambiente recordaba a la típica tapería española. Mesas redondas
con taburetes altos y una amplía barra desde donde hechar un ojo a
los diferentes platos que podían degustarse. Decidimos sentarnos en
la barra. Mi acompañante, sin entender muy bien que tipo de comida íbamos a degustar parecía encantado así que empecé a explicarle
cada uno de los platos que se ofrecían en la carta. Al final nos
decidimos por unos calamares a la romana, pulpo a la gallega, patatas
a lo pobre, pan con tomate y esas gambas al ajillo que parecían
estar hechas con tanto mimo y esmero.
La verdad es que
ambos quedamos muy satisfechos con la comida, yo especialmente. Y es
que aún con las pequeñas variaciones hechas para adaptar los platos
al paladar de los japoneses, la comida estaba realmente deliciosa.
Así pues, antes de irnos decidí felicitar personalmente al dueño
del local prometiéndole que no tardaría demasiado en volver.