Finalmente llegó el día de
empezar de nuevo las clases en la universidad. Más de dos meses de vacaciones
que he aprovechado para volver a España y recargar energías con los míos. Durante
este nuevo semestre, cursaré básicamente las mismas asignaturas que ya hice
anteriormente. El hecho de no seguir un libro de texto permite que las clases
tengan un ritmo más dinámico, ya sea durante las sesiones de exposición,
lectura y presentación de artículos de periódico, redacciones etc. No estar
encorsetado a unos objetivos curriculares otorga al alumno mucha más autonomía
a la hora de decidir que es lo que va a presentar en el aula.
Dejando a un lado el tema
de los estudios, ayer tuve la oportunidad de vivir lo que los japoneses llaman 飲み会 (nomikai) de empresa. Si
hacemos una traducción literal del término veremos que se juntan los kanjis
de beber y de reunión. Básicamente consiste en esto: los
compañeros de trabajo, una vez terminada la jornada laboral, se juntan para
comer, charlar y, sobretodo, beber. Una vía de escape a la rutina.
Y
pensaréis, ¿Cómo es que has terminado participando en un nomikai de
empresa? La respuesta es bastante simple. Empecemos por el principio. Miyazaki,
aún siendo una ciudad relativamente grande, alrededor de unos 400.000
habitantes, recibe muy poca afluencia de extranjeros. Por poner un ejemplo, de
los casi dos millares de estudiantes que asisten diariamente a la Universidad
de Miyazaki soy de los pocos, por no decir el único europeo u occidental. Es
por esto que las organizaciones culturales de la ciudad se han marcado como
meta principal convertir esta ciudad del sur de Japón en un enclave
multicultural favoreciendo de esta manera la llegada de gente de todo el mundo.
Durante el año, son varios los festivales culturales que se realizan a lo largo
de la geografía de esta provincia siendo el del próximo 19 de mayo el más
importante de todos ellos.
Desde la universidad se pidió mi colaboración en el
festival y fue así como entré a formar parte del grupo organizador del
certamen, también llamado 宮崎国際フェスティバル (Festival Internacional
de Miyazaki). Las
reuniones se suceden semana tras semana con el objetivo de coordinar y
organizar una alfombra roja por donde desfilarán representantes de
todos los países que, a día de hoy, hacen vida diaria en Miyazaki. Y si alguno
se lo está preguntando, sí, seré el representante español . Cómo vestirme y
cuál será el speech que presentaré lo dejo en el más estricto secretismo.
Así, ayer, con
la excusa de seguir preparando el evento, las cabezas visibles del certamen nos
invitaron al nomikai de empresa. Mis compañeros y yo no sabíamos muy bien a lo que íbamos hasta
que las bandejas de comida y la cerveza empezaron a llenar las mesas. El ambiente
era de total celebración. Las formalidades y los trajes de etiqueta dejaron
paso a las risas, al buen rollo y al intercambio de las llamadas meishi (tarjetas de presentación que se
entregan con el más estricto de los rituales). De vez en cuando, alguno de los presentes se
levantaba del tatami para profesar palabras de agradecimiento y provocar un brindis masivo que
permitía observar quienes eran los más perjudicados por el alcohol.
De la comida
poco hay que decir. Sashimi de una calidad excelente, productos de proximidad y mi primera experiencia
con el natto. Una legumbre
con aires de lenteja que, según dicen los propios japoneses, desprende un olor
tan fuerte que se te pasan las ganas de probarlo. Hasta ayer, estos comentarios
me habían impedido tener el suficiente valor como para darle una oportunidad,
pero a raíz de un inocente “pique” con uno de los jefes del evento terminé
cediendo y probando este plato tan peculiar. Cabe decir que, sazonado y servido
como si de ensalada se tratase, todos esos comentarios dejaron de tener
fundamento. Finalmente, la noche terminaba con los más valientes cantando en un karaoke de la zona.