Como si de zombies se tratase, centenares de miles, por no decir millones, de hombres (y cada vez más las mujeres) trajeados esperan el tren de las ocho de la mañana que les llevará a sus puestos de trabajo. A primera hora de la mañana las calles de las principales ciudades japonesas se ven inundadas por personajes anónimos cortados por el mismo patrón. Con una notable carencia de individualidad, sus caras soñolientas demuestran el largo trayecto que han hecho desde sus casas y, sin alzar la vista del suelo, se dirigen todos hacia sus hipotecados puestos de trabajo.
La ética laboral japonesa es legendaria. Según el patrón tradicional, el salaryman viaja cada día una media de dos horas para ir de casa al trabajo i viceversa, y se pasa hasta diez horas en la oficina, seis días a la semana. Las O.L. (Office, Ladies, empleadas femeninas) trabajan ocho horas al día. Cuando cierra la oficina se espera que el salaryman se una a sus compañeros de trabajo para tomar una copa.
Para cuando llegue a casa, sus hijos ya estarán dormidos; con ellos sólo está el domingo, si es que puede despertarse. Tiene derecho a dos semanas de vacaciones pagadas por año, pero su sentido de la lealtad empresarial las reducirá a unos cuatro días.
En el artículo siguiente seguiremos hablando de las características del salaryman en Japón. !Hasta la próxima!
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