jueves, 2 de febrero de 2012

Paridad entre hombres y mujeres


Japón, un país de contrastes. Un lugar donde tradición y vanguardia se unen, donde varias religiones se dan la mano, donde la belleza convive con lo cutre y donde el pragmatismo se ha convertido una seña de identidad. Japón, sin duda, un país de dicotomías.

Los nipones están orgullosos de mantener la balanza equilibrada aunque en ocasiones uno de los dos extremos tiende a imponerse. Uno de los casos más visibles de este desequilibrio se observa en la paridad entre hombres y mujeres. Últimamente las cosas están cambiando pero Japón sigue siendo hoy en día una sociedad machista.

Criados y educados para que prefieran la compañía de su propio sexo y, a menudo, inmersos en matrimonios arreglados, hombres y mujeres pasan poco tiempo juntos. Los jóvenes salen cada vez más en grupos mixtos, pero la restringida vida social que surge de las condiciones laborales reduce las oportunidades de conocer a miembros del otro sexo.

Japón continúa siendo un país de predominio masculino. Sólo un tercio de los estudiantes universitarios son mujeres y aunque la mitad de la fuerza laboral es femenina, sólo un pequeño porcentaje ocupa puestos ejecutivos. Independientemente de la titulación, el trabajo de las mujeres tiende a ser servil y subordinado: suelen vestir uniforme, mientras que los hombres muchas veces se les exime de llevar traje, contestan al teléfono y sirven el té a sus colegas masculinos. Son contratadas cuando tienen 20 años con sueldos inferiores a los de sus homólogos masculinos y se espera que dejen el empleo al casarse.

Aunque la oposición a una mayor igualdad proviene de los políticos, también tiene su origen, paradójicamente, en legones de mujeres encantadas de poder ejercer el poder (valga la redundancia) en el hogar y de no tener que preocuparse por llevar el dinero a casa. En un país en el que es proverbial la tenacidad femenina, el cliché occidental acerca de las humildes y sumisas mujeres japonesas es sólo cuestión de modales. Los hombres japoneses, sometidos a una rutina que les presiona enormemente para que se amolden, a veces parecen más reservados y rígidos que las mujeres.

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