Las palabras de la muchacha conmovieron al vasallo, que sintió como nacía el amor en su corazón; pero Kadzutoyo, que había observado y escuchado con atención la historia de la muchacha, desenvainó su espada y sin titubear le cortó la cabeza.
¡Señor! –exclamó el vasallo-. Pero ¿Qué acto indecente es éste? ¿Cómo podéis matar a una muchacha indefensa? Creedme, pagaréis por vuestra insensatez. No lo comprendes –respondió Kadzutoyo-, todo lo que te pido es que guardes silencio.
En cuanto llegaron a casa, Kadzutoyo se fue a dormir, pero su vasallo, que estaba muy afectado por la muerte de la doncella, decidió despertar a los padres de su señor para contarles todo lo que había sucedido. El padre de Kadzutoyo enrojeció de ira al escuchar el relato del vasallo. Fue a la habitación de su hijo, le despertó y le dijo: ¡Asesino miserable! ¿Cómo has podido matar a una muchacha inocente que ni siquiera te había ofendido? Has avergonzado a la casta de los samurái, un nombre sinónimo de cortesía y de defensa de los débiles. Has traído la deshonra a esta casa y es mi deber quitarte la vida para limpiar nuestro nombre! Tras pronunciar estas palabras, el padre desenvainó la espada.
¿Qué le ocurrirá al samurái Kadzutoyo? ¿Morirá en manos de su propio padre? El desenlace de la historia de Kadzutoyo y su vasallo en el próximo artículo. ¡No te lo pierdas!
Ahí hay gato encerrado... quiero saber ya!
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