Casi un mes después de mi regreso a España y envuelto otra vez en la vorágine de la rutina, vuelvo para escribir algunas de las cosas que me quedaron en el tintero. Sin duda hay gran cantidad de detalles e historias que intentaré ir desgranando poco a poco empezando por el viaje a Kioto que hice entre el 17 y el 19 de septiembre.
Kioto sigue siendo sin duda la capital cultural del país nipón. Durante siglos, fue la casa del emperador y aunque en muchos momentos el poder político se encontraba en manos de los caudillos y señores de la guerra, el prestigio cultural no cambió nunca de ciudad. En este emplazamiento, situado en la región de Kansai, nacieron y se desarrollaron artes como la poesía clásica japonesa (tanka) y multitud de estilos literarios que a lo largo de los siglos fueron evolucionando para convertirse en verdaderos símbolos del legado cultural de Japón.
Centrándonos en mi visita a la ciudad, lo primero que hay que decir de Kioto es que transcurre y distintas velocidades por debajo de Tokio. No existen grandes aglomeraciones de gente al estilo Shinjuku o Shibuya y en sus calles no se percibe el estrés de la capital.
Centrándonos en mi visita a la ciudad, lo primero que hay que decir de Kioto es que transcurre y distintas velocidades por debajo de Tokio. No existen grandes aglomeraciones de gente al estilo Shinjuku o Shibuya y en sus calles no se percibe el estrés de la capital.
Al encontrarse rodeada de gran cantidad de montañas y zonas boscosas permite disfrutar de un ambiente mucho más natural y tranquilo, y sus templos y joyas arquitectónicas se impregnan de este ambiente bucólico inexistente en la jungla de asfalto de la capital tokiota. Sin duda, el Kioto intra muros posee algunos de los templos budistas y sintoístas más hermosos del país. El Kinkakuji (templo de oro), el Ginkakuji (templo de plata) y Kiomisudera son sin duda escenarios de postal que poseen un encanto difícil de encontrar en otras partes de Japón. Al mismo tiempo, al noreste de la ciudad y situado dentro del parque natural del monte Hiei, se encuentra Enryakuji, quizás el mayor complejo de templos budistas del país. Vale la pena dedicar una mañana a recorrer sus parajes sombríos y visitar cada uno de los edificios que componen el complejo, eso sí, id provistos de unos cuantos centenares de yenes para emplear a modo de ofrenda.
A parte de templos, Kioto cuenta con uno de los barrios con más encanto del país, Gion. El centro de la ciudad es un lugar lleno de restaurantes y establecimientos que conservan ese sabor añejo, donde aún es posible ver maikos (aprendizes de geisha) paseando entre sus calles. No en vano, la antigua capital cuenta con la única escuela de geishas que queda en Japón.
Podría seguir explicando cosas y cosas sobre Kioto pero como dice el tópico “una imagen vale más que mil palabras”. Os dejo con algunas de las instantáneas que hice durante esos días.
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