lunes, 26 de julio de 2010

Las teorías sobre el Nihonjinron(3)

Desde el momento en que los libros sobre la identidad nacional japonesa empezaron a convertirse en un género literario de culto (tomando como punto de partida el Crisantemo y la espada de Ruth Benedict-uno de los libros más influyentes sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial) la naturaleza cambiante de las relaciones político sociales entre Japón y Occidente –más concretamente las relaciones con Estados Unidos de América- han ido moldeando la percepción que, desde fuera, se tenía del país nipón. A su vez, los autores del Nihonjinron supieron adaptar sus estudios sociológicos y sus discursos al contexto socio económico que les tocaba vivir, a los paradigmas imperantes de cada período. La realidad social, generada después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, marcará los pasos a seguir para la literatura Nihonjinron. No será lo mismo escribir sobre la identidad de los habitantes del archipiélago durante la postguerra, con la percepción y visión de un Japón vencido, herido y con un fuerte sentimiento de despecho contra las potencias occidentales, que hacerlo en la actualidad, donde la realidad social muestra un país con desigualdades, clases sociales definidas y considerado uno de los estandartes del capitalismo más radical.

Según explica Takeo Funabiki, otro de los teóricos del Nihonjinron, muchos autores japoneses, a la hora de escribir teorías sobre su identidad nacional, toman una fuerte conciencia interna de todo aquello que viene del exterior y genera discursos que tienen su núcleo en la comparación con el “extranjero” (buscar los conceptos émicos que los puedan diferenciar de los “otros”). Parece ser que los momentos donde se escribe más literatura Nihonjinron corresponden a épocas donde la percepción de aquello que viene de “fuera” es más intensa. De la misma manera, el autor habla de una “teoría singular” en la cual los autores japoneses de este tipo de literatura tienden a explicar los fracasos y los éxitos de su nación a través de elementos que, según dicen, son únicos de su sociedad y cultura.



La realidad actual del país debe considerarse un hecho clave a la hora de escribir sobre las raíces japonesas. Un país cada vez más heterogéneo y con una creciente presencia de inmigrantes. Sugimoto hablará de un Nihonjinron que utiliza la escala de valores y estilos de vida de las élites dominantes del país para medir las características de la cultura japonesa en general. Así, para este autor -uno de los más influyentes- será la clase masculina (directores y trabajadores de las empresas más poderosas del país, políticos, licenciados universitarios, gente mayor…) la que generará el discurso sobre la identidad nacional de Japón dejando a un lado la dinámica cultural de otros grupos presentes en la sociedad japonesa (las mujeres, los sindicalistas, trabajadores de pequeñas empresas…). Para Sugimoto, el discurso uniforme, étnico y homogéneo situado al frente de la literatura Nihonjinron se enfrenta a la realidad empírica del país. Una realidad que presenta variaciones culturales y divergencias difíciles de definir a través de las características de un solo estrato de la sociedad. Cuando la población japonesa acepte la diferenciación y la estratificación cultural se podrá empezar a hablar de una realidad intrasocial dentro de un contexto basado en el relativismo cultural.

Con este artículo termino mi pequeño ensayo sobre la identidad nacional japonesa. Es muy complicado resolver las preguntas que se plantean en un debate de tales magnitudes, con tanta literatura, ensayos y noticias sobre el tema. Los escritores relacionados con el Nihonjinron no se ponen de acuerdo y las posturas tienden a situarse en polos opuestos. Lejos de encontrar una “respuesta” absoluta o final pienso que tenemos años por delante para seguir leyendo libros y libros sobre esta pregunta: Qué significa ser japonés?

Sugimoto, Yoshio. Conflicto paradigmático en el discurso sobre “Japón

Aoki, Tamotsu. El caràcter del Crisantemo y la espada

Funabiki, Takeo. Razones históricas del Nihonjinron

Befu, Harumi. Aspectos varios del Nihonjinron o identidad nacional japonesa

domingo, 25 de julio de 2010

Las teorías sobre el Nihonjinron(2)

Las teorías sobre el Nihonjinron y la identidad nacional japonesa tienen un peso específico muy importante dentro de los análisis sociológicos que se hacen sobre el país. Los autores que elaboran trabajos sobre la sociedad japonesa desde la sociología y la etnografía deben tomar partido por alguno de los paradigmas que arrastra la teoría de la identidad nacional japonesa. Dicho de otro modo, deben definirse y dar respuesta a la pregunta: Qué son los japoneses? Sólo resolviendo este enigma los investigadores y escritores serán capaces de escribir sobre Japón. La cuestión de la identidad nacional es un hecho de suma importancia para los nipones, tal y como demuestran las cifras de ventas de algunos libros sobre el Nihonjinron. Se calcula que uno de cada cuatro japoneses ha leído uno o más de estos libros. No es de extrañar que desde los años sesenta la literatura Nihonjinron se haya hecho un hueco importante dentro del mundo editorial del país asiático. Con todo, la importancia de este “género literario” va mucho más allá y la aparición de nuevas tesis sobre el origen del pueblo japonés toma una trascendencia poco vista en ninguna otra sociedad.

El descubrimiento de nuevos yacimientos arqueológicos es portada en los periódicos más importantes del país, se hacen programas informativos en radios y televisiones y, a su vez, genera grandes dosis de debate entre la ciudadanía. No es de extrañar que Japón sea uno de los países que más invierten en materia arqueológica. La necesidad del pueblo japonés de diferenciarse de los “otros” (ya sean occidentales, ainus o coreanos) y de demostrar empíricamente que ellos fueron los primeros pobladores del archipiélago ha convertido las teorías del Nihonjinron en un fenómeno de masas.



Todo este contexto juega un papel muy importante cuando se escribe y se hace sociología sobre Japón. No es lo mismo escribir desde un punto de vista nacional-exclusivista, que tomar como paradigma las teorías más cercanas a la realidad sociocultural japonesa. Otro factor a tener en cuenta es que la imagen de Japón no siempre ha sido la misma. Desde que nació el género del Nihonjinron a finales de la postguerra, la imagen del país ha estado sometida a constantes fluctuaciones y cambios. Cambios en relación a dos conceptos opuestos: la centralización por un lado, y la diversificación por el otro. La fuerza y revalorización del yen ha creado grandes dificultades a los sociólogos y especialistas extranjeros a la hora de llevar a cabo investigaciones sobre suelo japonés. Sin el financiamiento adecuado de las entidades y las empresas japonesas, estos estudios chocan con barreras de autocensura y, de algún modo, deben tomar en consideración las visiones de estas organizaciones. Del mismo modo, en momentos en que el gobierno y las empresas adoptan visiones Nihonjinron de la sociedad japonesa, la economía también se diversifica. El incremento de investigadores que toman Japón como materia de estudio ha incentivado que se tengan en cuenta la gran cantidad de vicisitudes de la sociedad nipona y que, en cierto modo, se abandone la visión más clásica y cerrada de las teorías sobre la identidad nacional japonesa.

viernes, 23 de julio de 2010

Las teorías sobre el Nihonjiron(1)

Hoy inicio una serie de artículos dedicados a dar respuesta a una única pregunta: Qué significa ser japonés?

Entender la esencia de la japonesidad, o lo que es lo mismo, entender que significa ser japonés es una de las cuestiones más complejas de resolver para los propios japoneses y, obviamente, para los occidentales. Desde las primeras décadas del siglo XX empezaron a proliferar estudios procedentes de todos los ámbitos de la sociedad que intentaron solucionar el enigma. Las denominadas teorías del Nihonjinron. Teorías que actualmente copan las listas de ventas editoriales japonesas y que esencialmente tratan de realizar un ejercicio intelectual para intentar defender la identidad de los nipones. Dentro de estas teorías, los sociólogos y los antropólogos del país del sol naciente intentan reflejar todas aquellas cualidades únicas de los japoneses para generar un discurso nacional que los desate y les distinga de los “otros”. La lengua, el grupismo, el concepto de amae, el honne y el tatemae , el giri o el wa (de algunos de ellos hablaré próximamente) aparecen constantemente dentro de las obras del Nihonjinron como argumentos de su discurso nacional.

Algunos como Harumi Befu comentan que todas estas teorías sobre la identidad japonesa, no son más que el resultado y la necesidad de compararse a sí mismo con los demás. En la mayoría de los casos, este hecho ha comportado que el Nihonjinron tome a Occidente como su “otro” más importante y significativo. Para Befu las teorías de la identidad nipona son solamente la explicación del contraste entre Japón i Occidente. Otros autores como Sugimoto hablarán de que los conceptos émicos japoneses pueden convertirse en variables comparativas y dejar de ser exclusivos de la sociedad nipona.

Aún así, los más acérrimos al discurso de la identidad nacional nipona argumentan que la esencia de la japonesidad ha existido siempre y que esta se diferencia claramente de la identidad occidental. Los escritores del Nihonjinron han elaborado a lo largo de los años teorías en las cuales definen a los japoneses a partir de términos raciales. Así, un japonés sería un individuo con raíces de la raza yamato (grupo étnico que en el siglo IV d.C crearía el primer proto-estado japonés) excluyendo de esta manera los indígenas ainu (que probablemente llegaron a Hokkaido mucho antes que los yamato estableciesen su núcleo estatal en la zona de la actual llanura de Kanto) y los okinawas, que aún siendo japoneses desde el punto de vista administrativo, no lo son racialmente. Con estos argumentos, los defensores del Nihonjinron dan a entender que los únicos integrantes de la cultura japonesa son aquellos definidos racialmente, aquellos que han “bebido”, aprendido y adquirido la cultura nipona. Teorías, muchas veces acusadas de ser ultranacionalistas o incluso racistas.



Con todo, la realidad de la sociedad nipona es muy diferente. Existen gran cantidad de clases sociales y una gran multiplicidad de minorías étnicas (ainu, okinawas, residentes coreanos o zainichi, buraku –habitantes marginados-, comunidades brasileras y peruanas etc.) que si bien forman parte de la realidad japonesa no son considerados Nihonjin (japoneses) por “su falta de raíces”.

En una dirección diametralmente opuesta, en los últimos años han empezado a aparecer teorías y paradigmas inclusivistas que pretenden abrazar las minorías étnicas como parte de la población japonesa. Otros escritores basaran sus argumentos sobre el Nihonjinron en términos ecológicos o “naturales” dando a entender que la base de la identidad japonesa se encuentra en conceptos como el grupismo (aspecto necesario en una cultura que ha basado su subsistencia en el cultivo del arroz irrigado haciendo necesaria una cooperación intensiva por parte de todos los agricultores) que a lo largo del tiempo se ha convertido en una de las características de la sociedad japonesa.

jueves, 22 de julio de 2010

Dazai Osamu: una vida ligada a los suicidios

Cuando uno piensa en escribir sobre literatura japonesa le vienen a la cabeza algunos nombres, pero siempre son los mismos. Hoy en día, en el mundo globalizado donde vivimos, resulta fácil encontrar información, biografías o bibliografías de autores como Haruki Murakami, Yasunari Kawabata, Yukio Mishima o Jun’Ichiro Tanizaki los cuales, han conseguido o consiguieron en su día dar el salto hacia nuevos mercados y mostrar a occidente la idiosincrasia de las letras niponas. Aún así, es trabajo de las grandes editoriales y de las librerías el hecho de arriesgarse y apostar por otros muchos nombres que, aún sin ser conocidos fuera del archipiélago, pudieron contar con el éxito de la crítica y el cariño del público japonés. Es el caso del peculiar autor de hoy, Dazai Osamu.

Shūji Tsushima, su nombre real, nació en 1909 en la prefectura de Aomori (capital de la región de Tohoku situada al norte de la isla de Honshu) siendo el sexto hijo de una familia acomodada de terratenientes. Desde muy pequeño creció sin el cuidado de sus padres y fue adoptado y criado por una tía suya y sus sirvientes. Los acontecimientos sociales de la época le influenciaron sobremanera, sobretodo el suicidio de Akutagawa Ryûnosuke y el crack económico mundial de 1929. Dazai Osamu comenzó a participar en “movimientos sociales” en contra de todo lo que podía y se empezó a percibir que su estado anímico era poco estable, necesitado de tranquilidad. Prueba de ello fueron los dos intentos de suicidio antes de los veinte años, la segunda vez con una camarera en una pequeña isla, Anejima. La suerte jugó a “favor” del escritor ya que en ambos intentos salió con vida. Un mes después se casaba con la geisha Hatsuyo y en 1933 empezaría sus actividades como escritor dentro de la escuela romántica. Su primera obra fue Omoide, donde expresaba pensamientos y esperanzas no obtenidos. La aparente estabilidad proporcionada por la literatura se rompió en 1935 con un tercer intento de suicidio. Volvió a fracasar y no cansado, en 1937 lo volvería a intentar, esta vez después de enterarse que su mujer le era infiel.



En 1939 su vida daría un giro de 180º. Masuji Ibuse, escritor y amigo, decidió acogerle en su casa y este mismo sería el encargado de presentarle a su segunda mujer. Una maestra de escuela secundaria, quién dotó de tranquilidad y mayor claridad la vida de Dazai Osamu entre 1939 y 1948. Poco después de casarse, en 1939, empieza su época literaria más proclive. Escribirá Fugaku Hyakkei (100 paisajes del Monte Fuji) y en 1944 saca a la luz Tsugaru, diario de viajes donde quiso confirmar las raíces de su propia existencia. En 1947 escribe Shayo (Ocaso), deseo por lo imperecedero de las cosas bonitas, y un año más tarde pondría el punto y final a su última obra y, poco después, también a su vida. Ningen shikkaku (Indigno de ser humano) no fue sino el intento de rescatar la confianza perdida en el ser humano, una tarea imposible para un autor que, decepcionado, acabará por quitarse la vida junto a una de sus amantes.

Las novelas de Dazai Osamu tratan sobre hombres desarraigados y penosamente conscientes de su alienación, que se burlan de sí mismos y de la sociedad. La obra de este escritor simboliza a la perfección la derrota japonesa, ya que refleja el amargo ajuste al fracaso y el embellecimiento de la vida pasada mediante un claroscuro de humor y autocompasión entre la comedia y el melodrama.

miércoles, 21 de julio de 2010

Las Estrellas amantes

El día 7 de julio se celebra uno de los festivales (matsuri) más importantes del calendario japonés. Se trata del Tanabata Matsuri, que conmemora el único día del año en que, según la leyenda, la Princesa Tejedora (la estrella Vega) y su amante, el Vaquero (la estrella Altair), cruzan la Vía Láctea para encontrarse. El Festival de Tanabata es uno de los más románticos del país asiático. Se celebra el séptimo día del séptimo mes y es costumbre poner varas de bambú recién cortadas en los tejados de las casas o fijarlas al suelo cerca de las viviendas. A los bambúes suelen atarse tiras de papel de colores y en cada una de ellas se escribe un poema de alabanza a la Princesa Tanabata y su marido Hikoboshi: Tanabata duerme, con las largas mangas de su kimono enrolladas, hasta el alba rojiza. No la despertéis, cigüeñas de las marismas, con vuestros gritos.



Comprenderemos mejor el significado del festival después de explicar la leyenda con la que está relacionada.

El dios del Firmamento tenía una hija muy hermosa llamada Tanabata y esta tejía hermosas prendas para su augusto padre. Un día, mientras tejía en su telar, vio a un atractivo joven que pastoreaba un buey y se enamoró de él al instante. El padre de Tanabata, sabiendo de los sentimientos de su hija, dio su consentimiento al matrimonio. Por desgracia los jóvenes se amaban demasiado y con poca sabiduría. Tanabata comenzó a descuidar sus labores textiles y el buey de Hikoboshi pastaba sin cuidado por la Alta Llanura Celestial. El padre de la muchacha se enfadó tanto que castigó a los ardientes esposos a vivir separados por el Río Celestial. En la séptima noche del séptimo mes, si el tiempo era favorable, una bandada de pájaros formaba un puente sobre el río para que los amantes pudieran encontrarse. Pero estas breves visitas no estaban garantizadas, pues si llovía el Río Celestial era demasiado ancho, incluso para la envergadura de un puente de urracas, y los amantes debían esperar otro largo año para verse. Es por eso que en esta época del año, los niños cantan Tenki ni nari (Despeja, cielo, despeja). Si el tiempo es propicio y las estrellas amantes se encuentran tras un largo año, se dice que las estrellas, Lyare (Vega) y Aquila (Altair), brillan con cinco colores diferentes – azul, verde, rojo, amarillo y blanco -, los colores de los papeles en los que se escriben los poemas del Festival Tanabata.

Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japon. F. Hadland Davis. Satori Ediciones. 2008.

martes, 20 de julio de 2010

El Japón expansionista (2)

Durante esta época se produjeron varios acontecimientos relacionados con la guerra y el militarismo japonés. Por un lado, las distintas batallas aportaron gran riqueza a las arcas del gobierno nipón que, en cada una de ellas, necesitó producir más y más material bélico para después venderlo. Por otro, el ejercicio de absorción y aprendizaje fue una constante. En un primer momento, los conocimientos fueron incorporados desde el extranjero e iban dirigidos a las élites burocráticas pero a medida que se empezaron a incorporar las empresas privadas en el proceso de militarización la información empezó a circular del gobierno japonés hacia las mismas empresas.

La guerra generó a su vez una gran demanda interna de todo tipo de materiales necesarios para la producción bélica. En este sentido, fue la marina quién más inquirió en la utilización de materias primas como el acero o el hierro. En cierto modo, algunos autores atribuyeron a la guerra altos índices de inflación en la economía nipona debido a esta gran demanda. Otros, al contrario, verán el periodo de militarización como un punto clave en la asimilación de conocimientos y tecnologías occidentales que los japoneses supieron adaptar para empezar a construir una economía potente.

La creación de los zaibatsu jugó un papel preponderante durante la Primera Guerra Mundial. Estos fueron capaces de apostar fuerte en el momento de absorber tecnología foránea, al mismo tiempo que supieron aplicarla a través de las diferentes empresas, redujeron costes y se expusieron a los riesgos que todo ello comportaba para el crecimiento del pueblo japonés. El Gobierno meiji también tuvo un papel importante en todo este proceso, ya que dio facilidades y ayudas a todas las empresas privadas que quisieran formar parte de la expansión del país, a la vez que tomaba las decisiones necesarias para llevar a Japón hacia ese objetivo.



Para Kazo Yamamura, las guerras no fueron nada más que una “ayuda” al proceso de industrialización del país ya que permitieron acelerar todo el sistema de transmisión de conocimientos occidentales hacia Japón. Justificar el pasado militarista como un paso necesario hacia la modernidad es una afirmación un tanto presuntuosa y es que ningún historiador/a sería capaz de afirmar que la esclavitud tuvo características positivas o beneficiosas para la historia de las sociedades. Si es verdad que las guerras ayudaron a Japón a situarse dentro de la esfera internacional pero, en ningún caso, se puede considerar el afán belicista como la única de las causas de este cambio dentro de la economía nipona. Las guerras fueron un incentivo, pero las reformas iniciadas antes de la Restauración Meiji ya iban dirigidas a terminar con el periodo de ostracismo de la época medieval. La necesidad de incorporar tecnología y nuevos conocimientos ya era un tema primordial para los intelectuales mucho antes de finales del siglo XIX. Japón sin las guerras hubiera terminado modernizándose de todas formas, quizás más tarde, pero dentro del ADN de los nuevos políticos ya existía la voluntad de convertir al país en un actor importante dentro del contexto internacional.

Artículos realizados a patir de los escritos de Kozu Yamamura, The Role of Meiji Militarism in Japan's Technological Progress. 1977.

lunes, 19 de julio de 2010

El Japón expansionista (1)

Cuáles fueron las causas que llevaron a Japón a convertirse en una potencia imperialista durante los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo pasado? Porqué un país pacífico, que nunca había usado la fuerza contra sus vecinos, iniciaba ahora una etapa de conquistas coloniales? Intentar esclarecer preguntas como estas fue necesario para entender un poco más la idiosincrasia de un país que, en tan sólo 50 años, tuvo que dejar atrás su época feudal y avanzar hacia un estado moderno.

En los próximos dos artículos intentaré esclarecer un poco los motivos que llevaron a Japón a convertirse en una potencia belicista y expansionista.

Algunos como Kozo Yamamura, autor del artículo The Role of Meiji Militarism in Japan's Technological Progress plantearon la hipótesis de que la modernización del ejército y a su vez, las guerras de aquella época (China 1894-1895 y Rusia 1904-1905) ayudaron a desarrollar el entramado militar japonés, los astilleros subvencionados por el gobierno y las nuevas factorías, nido de absorción y diseminación de cultura y habilidades occidentales. Por otro lado, esta política ayudó en momentos cruciales a asumir la demanda necesaria para asegurar la supervivencia del pueblo japonés, y permitió el crecimiento del entramado empresarial privado en sectores como la construcción y la maquinaria industrial.

Fueron los avances tecnológicos y la producción de las industrias niponas, que permitieron al país poder beneficiarse de las oportunidades que les ofrecía la Primera Guerra Mundial a nivel de mercado y de suministro de las tropas combatientes. Un crecimiento económico continuado que permanecería también durante el período de entre guerras ayudando a desarrollar sectores como la electricidad o la industria química. La velocidad de los japoneses a la hora de aprender fue tal que, durante la primera guerra sino-japonesa ya pudieron afirmar que, en cuestiones de diseño y construcción de navíos habían llegado al nivel de las potencias europeas y ya no necesitaban de su ayuda.



Por su parte, los astilleros de Nagasaki y de Hyogo, los más importantes del país, se vendieron durante los años 80 del siglo XIX a los zaibatsu Mitsubishi y Kawasaki respectivamente, que los convertirían en dos de las industrias más importantes de todo Japón durante las décadas siguientes. Cuando en 1893 la decisión de atacar la China ya se encontraba encima de la mesa, las industrias militares empezaron a trabajar las 24 horas del día con el objetivo de producir todo el material de guerra necesario para la empresa bélica. La derrota del apodado “país del medio” y el expansionismo sobre Corea y Manchuria (norte de la China) evidenciaron que una confrontación con Rusia era tan solo cuestión de tiempo. La guerra contra los rusos sirvió para que Japón se apropiara de la tecnología más moderna en cuanto a empresas privadas de maquinaria y componentes se refiere.

El nuevo Gobierno meiji, llegó a la conclusión de que si quería convertirse en un actor importante a nivel internacional no le quedaba más remedio que fortalecer el país y esto, pasaba por aumentar la fuerza militar y conseguir colonias tal y como en su día habían hecho los occidentales. En un primer momento se optó por incorporar especialistas occidentales a las factorías gubernamentales para mirar de crear un puente al know how occidental. A medida que se avanzaba en el tiempo y se iban sucediendo los distintos enfrentamientos, el Ejecutivo llegó a la conclusión de que la industria pública ya no era suficiente. Fue en ese momento cuando la empresa privada “saltó al ruedo” para dar un impulso definitivo a la producción de material de guerra.

domingo, 18 de julio de 2010

El peligroso pez fugu

Sin duda alguna, la comida japonesa es una de las más saludables y variadas de todo el mundo. Arroz, verduras, pescado y algo de carne combinados, siempre, con un cuenco de sopa de miso, un platillo de encurtidos y una taza de té verde forman la piedra angular de la gastronomía nipona. Infinidad de platos han conseguido traspasar las fronteras del país asiático y, hoy en día, el sushi, la tempura, los fideos o las bolas de arroz rellenas (onigiri) son platos conocidos por la gran mayoría de los occidentales. Aún así, existe una receta que conserva un aire de misterio y peligro que, si bien es conocida, sigue siendo una especialidad cocinada casi íntegramente en Japón. Hablamos del fugu o pez globo.



Se trata de un plato solo para atrevidos que quieran incorporar un toque de riesgo a su comida. Los órganos internos de este pez, no su carne, son tan venenosos que sólo puede prepararse en restaurantes especializados donde los chefs deben poseer un certificado que les acredite como cocineros cualificados. Su toxina es tan nociva que, al ingerirse, paraliza el sistema nervioso y puede provocar un paro cardíaco instantáneo. Cuando el cocinero ha extraído todas las partes peligrosas, así como la espinosa piel, se suele servir en forma de sashimi, en lonchas tan finas que el fondo del plato puede verse a través de la carne del pescado. Aunque de sabor muy tenue, el fugu-sashi es considerado una exquisitez. Finalmente, el resto del pescado se prepara en la cazuela y se sirve con una salsa picante para terminar de redondear este “peligroso” plato.

Si decidís probar esta especialidad japonesa, no os olvidéis nunca de pedir que os enseñen el certificado de autorización, indispensable para realizar, “en condiciones”, la elaboración del fugu.

sábado, 17 de julio de 2010

Espíritus, fantasmas y demonios

Japón se ha caracterizado siempre por ser una cultura de fuertes raíces mitológicas. Su religión autóctona, el sintoísmo, incorporó a las costumbres niponas una gran cantidad de espíritus, héroes, demonios y fantasmas a quienes a lo largo de los años se ha ido recordando a través del culto.

Si de fantasmas, espíritus y demonios hablamos Japón es, sin duda, una de las sociedades donde más importancia se les da. Si viaja por el país en pleno verano, probablemente verá que la televisión, los cines y los teatros sacan a la luz la cosecha anual de películas de miedo, programación de Kabuki con obras sobre fantasmas y montajes que atraen grandes multitudes a los parques de atracciones. Los japoneses dicen que el antídoto perfecto contra el calor bochornoso es un buen escalofrío de miedo, y debe serlo, porque la tradición de dedicar el verano a los espíritus se remonta a unos 1.500 años.

El ejercito de demonios de los japoneses, que incluye varias especies de duendes y demonios, así como los espíritus de humanos, de animales e incluso de árboles o sombrillas, es uno de los más amplios del mundo. En conjunto se conoce como bakemono (obake abreviando), que significa monstruos. Las historias de fantasmas parece que se empiezan a contar hacia mediados de julio, cuando comienza el Obon , un festival budista de un mes de duración que conmemora a los muertos. Es uno de los mayores alicientes de las vacaciones estivales.

Aún así, muchos tipos de bakemono no guardan relación con el Obon. El festival de Setsubun (3 o 4 de febrero) se celebra para expulsar a los oni, unos ogros cornudos a los que les gusta la carne humana. Las figuritas de barro de diablillos parecidos a sapos, que se venden en las tiendas de regalos, representan a los kappa y el alado tengu , un demonio que habita en los bosques alpinos y a veces tiene un pico barbado, normalmente presenta un fiero rostro escarlata y una narizota. La imagen de este bakemono es utilizada en las antiguas obras de teatro y las máscaras de tengu suelen adornar algunos bares y restaurantes.



Los espíritus de animales, sobretodo de zorros , abundan en las creencias populares japonesas. De hecho, los mitos sobre zorros son de origen chino, pero fueron adaptados al sintoísmo. Representados escultóricamente en torno a los santuarios dedicados a Inari, dios de los beneficios y el grano, se cree que los zoros son mensajeros de la divinidad o seres cercanos a ella. Otro mamífero endémico de Japón, el tanuki o perro-mapache, también se considera que puede cambiar de forma. Se pueden ver en las ventanas de los establecimientos de bebidas y comercios de sake, ya que se consideran favorables.
La aparición de Kitsune-bi (fuego de zorros), metano incandescente, se dice que presagia la aparición de yurei, fantasmas. Se cree que los fantasmas son transparentes, y que por debajo de la cintura su apariencia se desvanece. Los yurei son espíritus temidos porque, al parecer, han dejado cuestiones pendientes en esta vida, normalmente con quienes les quitaron la vida.

Sin duda alguna, una de las mejores recopilaciones de historias sobre este tipo de seres salió de la pluma de Lafcadio Hearn (1850-1904), también conocido como Koizumi Yakumo, quién fue capaz de sintetizar en la obra Kwaidan las narraciones de la tradición oral.

martes, 13 de julio de 2010

Shitamachi: ciudad de placeres extra muros

Extendiéndose hacia el nordeste, al otro lado del río Sumida, se encuentra shitamachi, la “ciudad baja” de Tokio. Comprende los barrios de Ningyocho y Ueno, con Asakusa como centro y hace referencia a las castas inferiores que durante el período Edo vivieron en los barrios de placer apartados de los muros del castillo Tokugawa. Shita significa “abajo”, y machi se podría traducir como “ciudad”, un lugar donde comerciantes, artistas, comediantes, artesanos y mujeres de reputación dudosa animaban el ambiente de una sociedad urbana preocupada por los problemas del día a día.

Yoshiwara se convertiría en el principal distrito del placer, el corazón del viejo mundo flotante más allá de los límites de Asakusa. Finalmente, y coincidiendo con el gran crecimiento urbano que sufrió Japón a finales del siglo XIX y principios del XX, Asakusa terminaría por incorporar Yoshiwara a sus límites pasando a ser un importante punto de encuentro para escritores, poetas, artistas e intelectuales. Un llamativo tiovivo al que se subieron millones de personas para disfrutar de un caleidoscopio de ferias, teatros, cines y miles de bares y restaurantes.

El bombardeo de 1945 devastó la capital nipona y con ello la Ciudad Baja. No obstante, sus supervivientes aún siguen manteniendo el carácter típicamente edokko (nacidos o criados en la shitamachi): despreocupación, buen humor, coraje, y conservadurismo, pese a cierta desconfianza hacia la autoridad. La modernización del país dio cuenta de todo lo que había dejado la guerra. Asakusa, que después de la guerra dejó de estar de moda, entró en declive a la vez que Shinjuku se convertía en el principal distrito de diversión de la ciudad. La avenida Rokku, antiguo paraíso de teatros y restaurantes de Asakusa, pasó a ser en terreno de pasto de cines de mala muerte y salas de striptease. Los intentos durante la década de 1980 por revivir el distrito acabaron fracasando y se empezaron a construir cines sin ningún tipo de atractivo, edificios de hormigón incluso se llegó a levantar un lujoso Rox Plaza en sus calles.



Aún así, Asakusa pudo retener su atmósfera. Montones de tiendas venden los bollitos de arroz dulce dango y las galletas sembei; a veces se ve incluso cómo los preparan. En las galerías comerciales al noroeste de Senso-ji (probablemente el templo budista más importante de la capital tokiota), detrás de Nakamise, o incluso a lo largo de la avenida principal, aún se pueden encontrar objetos típicamente japoneses como faroles de bombero, quincalla tradicional, peines y ornamentos para el pelo, abanicos, calzado de madera, tela para kimonos de alta calidad, parafernalia para fiestas e instrumentos musicales. La zona está repleta de bares y restaurantes, pero los mejores, aquellos que ofrecían entretenimiento a cargo de geishas, casi han desaparecido; de más de mil antes de la guerra, sólo quedan unas 40 en la actualidad. Es más probable que el transeúnte pueda verlas en grabados de las paredes de los sofisticados nomiya (bares), decorados con objetos de anticuario. Para el moderno Tokio, la shitamachi aún sigue siendo un lugar exótico.

Para los curiosos, cada mes de mayo, los edokko celebran el Sanja Matsuri en Asakusa. Durante dos frenéticos días, unas 800.000 personas, muchas de ellas vestidas de época, abarrotan las calles del barrio recordando la antigua shitamachi.

lunes, 12 de julio de 2010

Los holandeses en Dejima

Antes que nada, me gustaría dedicar mi más sincera enhorabuena a los jugadores de la selección española, que han conseguido volver a situar en el mapa internacional nuestro país. Por todas las veces que nos quedamos a las puertas, por los errores arbitrales o los fallos clamorosos cometidos, por todo ello el futbol le debía una noche como la de ayer a España. Felicidades!

A continuación os dejo con un artículo que tiene algún guiño a la final de la copa del mundo de Suráfrica.

La época del shogunato Tokugawa se caracterizó, entre otras muchas cosas, por un aislamiento internacional del archipiélago japonés. Los edictos marcados por el bakufu pretendían impedir la salida del país de cualquier japonés así como la entrada de aquellos a quién nombraban bárbaros. Con todo, se dejaron abiertos algunos puertos de la isla de Kyûshû hasta que, finalmente, el acceso quedó limitado a los holandeses en la isla de Dejima y a los chinos a un conjunto de pequeños islotes cerca de Nagasaki. Los holandeses fueron la única comunidad aceptada por el shogunato, que pensaba que su principal objetivo era el de comerciar, al contrario de portugueses y españoles que llegaban a las costas niponas con claras intenciones proselitistas. Se preocupaban poco de todo aquello relacionado con la cultura o la historia japonesa y a duras penas habían intentado integrarse en la nueva sociedad donde se encontraban. Sólo les interesaba el dinero que pudieran obtener de sus intercambios comerciales, la contabilidad y un bien muy preciado para ellos, el alcohol. Una visión por parte de los nativos que terminó por otorgarles el apodo de “animales económicos” a aquellos llegados des de los Países Bajos.



Con todo, algunos estudios refutaron la visión de este “incipiente capitalismo holandés” afirmando que realmente si hubo un intento de acercamiento entre ambas sociedades. Los escritos del capitán C.T van Assendelft de Coningh, quién vivió durante un tiempo en Japón, revelan las relaciones que se establecieron entre los tripulantes y autóctonos así como la descripción de los paisajes por donde pasaban. No fueron días fáciles para la tripulación del buque Elshout, que tuvo que aguantar la supervisión constante y la vigilancia del gobierno Tokugawa por miedo a una expansión de las creencias cristianas. Dejando a un lado los problemas y complicaciones, los relatos del capitán holandés se convirtieron en información de gran valor a la hora de empezar a percibir la lejana sociedad japonesa en el siglo XIX.

De sus escritos se extrae que la relación entre Japón y europeos, lejos de la percepción beligerante e intransigente que se podía tener de los asiáticos, era respetuosa y en cierta manera tolerante. Los japoneses parecían interesados en establecer relaciones comerciales, sobre todo por el interés que despertaron los productos que llegaban de los lejanos territorios europeos. Intercambios que debían desarrollarse de forma pacífica ya que por la fuerza no se conseguiría nada. La documentación exhaustiva utilizada por el capitán C.T van Assendelft de Coningh sirvió para que los europeos conocieran un poco más de un país que, hasta entonces, era del todo desconocido.

viernes, 9 de julio de 2010

Mori Ôgai: estandarte de la literatura Meiji

Hablar de literatura japonesa en la actualidad es hablar, sin duda, de Haruki Murakami, Ôe Kenzaburo, Yoshimoto Banana, o de autores fallecidos durante la época de prosperidad del país como Yasunari Kawabata (Premio Nobel de Literatura en 1968), Yukio Mishima y Tanizaki Jun’ichirô. Las novelas de todos estos escritores supieron abandonar su Japón natal para abrirse paso en el difícil mundo editorial global y, hoy en día, conviven en las estanterías de las librerías de nuestras ciudades junto a multitud de best sellers. La literatura nipona empieza a ser conocida en gran parte del mundo pero, aún así, quedan cantidad de autores que, pese a tener una influencia preponderante en el desarrollo de las letras japonesas, siguen en el ostracismo. Es el caso de Mori Ôgai (1862-1922), de quién me gustaría hablar hoy.

Mori Rintaro, su nombre real, nació en la prefectura de Shimane. Hijo mayor de un médico de cabecera se esperaba de él que se hiciera cargo del negocio y la familia y a los diez años, fue enviado a Tokio donde se licenciaría en medicina por la Universidad Imperial. A partir de ese momento decidió ejercer como médico militar y durante cuatro años, desde 1884 hasta 1888, el Gobierno le enviará a Alemania para dar apoyo a los combatientes. Una experiencia decisiva en la vida de Mori Ôgai ya que durante su etapa europea vio nacer en si un impulso literario que ya no podría frenar.

Creó una lírica japonesa que mezclaba la sofisticada combinación del orden junto a la precisión de la prosa occidental y el vocabulario y la retórica del chino clásico. A finales de los años 80 realizó las primeras traducciones de calidad de la literatura alemana que conmocionaron al mundo de las letras de la época y poco después, en 1990, escribía su primera novela, Maihime. Una obra autobiográfica, donde el protagonista se enamora de una bailarina alemana aunque la realidad de su país, Japón, terminará rompiendo la relación. Ògai buscaba el fiel reflejo de las emociones de sus personajes por eso fue considerada el pilar de la novela moderna. A su regreso de Europa, pero, sus superiores vieron con malos ojos que un militar escribiera y publicara y terminaron por obligarle a exiliarse a la isla de Kyûshû (1889-1902). Volverá a la capital como máxima autoridad médica y fue en ese momento cuando apreció Natsume Sôseki, quién le animaría a seguir escribiendo. Entre 1909 y 1913 publicaría gran cantidad de obras entre las que destacan Vita Sexualis en 1909, Seinen 1910, Gan en 1911 o Hyaku monogatari también en 1911.



Al final de su carrera se decantó por los estudios históricos o biográficos, que trasladó a la novela con total objetividad desafiando los conceptos de la técnica narrativa. Intentó reexaminar la propia tradición japonesa, comprenderla y evaluarla para terminar incorporando la cultura occidental. Escribió también una serie de biografías de intelectuales de la época Tokugawa, las cuales pretendían ilustrar el mundo contemporáneo. Su conocimiento detallado del chino clásico y la riqueza intelectual del alemán ayudaron a este autor a construir una prosa lúcida y coherente para sus obras más tardías.

Mori Ôgai es considerado uno de los máximos estandartes del romanticismo japonés y junto a Natsume Sôseki (conocido en occidente por obras como Botchan, Sorekara, Kokoro o Yo soy el gato) alcanzó gran reputación durante el período Meiji. Terminaría ejerciendo influencia en autores de la talla de Tanizaki Jun’ichiro, Yoshii Isamu o Nagai Kafû.

martes, 6 de julio de 2010

El Monte Fuji: el volcán sagrado

Hablar del Monte Fuji (Fuji-San en japonés) es hablar de uno de los grandes emblemas de Japón. Una montaña sagrada y venerada por todo el pueblo japonés, símbolo presente en gran mayoría de las postales recuerdo que se venden. Algunos dicen que este volcán, el pico más alto del país con 3.776 metros de altitud, es el más hermoso de la Tierra y que en él, habita uno de los espíritus más importantes de la religión autóctona del país, el sintoísmo.

La última y espectacular erupción del Fuji-San, en 1707, se prolongó durante tres semanas aterrorizando a los habitantes de Edo, a 120 quilómetros de distancia, oscureciendo los cielos durante el día y envolviendo la ciudad en ceniza. En estos momentos sigue dormido y no parece que vaya a despertar en los próximos años.
Considerado un territorio prohibido para las mujeres hasta 1868, en la actualidad ascienden a él más de 250.000 personas (una tercera parte extranjeros) de ambos sexos durante la temporada más propicia, entre julio y agosto.



Numerosas leyendas han surgido en torno al venerable y venerado monte. Como muchas montañas de Japón y, también, de otros países orientales, ha sido asociado al Elixir de la Vida. La celebridad del Fuji llegó a oídos, según la leyenda, de un emperador de China. Cuando le comentaron que la montaña se había creado en una sola noche llegó a la conclusión de que el Monte Fuji albergaba el Elixir de la Vida, así que reunió a un grupo de jóvenes muchachos y hermosas doncellas y zarpó con ellos hacia el país del Sol Naciente. Los juncos avanzaban por el mar bravío como una lluvia de pétalos dorados zarandeados por el viento salvaje, pero poco a poco la tormenta amainó y el emperador y su séquito pudieron contemplar el blanco esplendor del Fuji, alzándose imponente frente a ellos. Tras tomar tierra, el emperador reunió a los suyos en formación y comenzaron el ascenso a la cima en lenta procesión. Hora tras hora ascendía la procesión con el manto dorado del emperador al frente hasta que dejaron atrás el sonido del mar y mil pies pisaron la delicada nieve allí en lo alto, donde reinaba la paz y la vida eterna. Cerca ya del final del viaje, el viejo emperador empezó a correr lleno de gozo pues quería ser el primero en beber el Elixir de la Vida. Y cierto es que fue el primero en saborear la Vida que nunca envejece. Cuando su séquito le dio alcance descubrió que el emperador estaba tumbado boca arriba con una sonrisa de felicidad en el rostro. Había encontrado la Vida Eterna, pero paradójicamente había sido a través de la muerte.
Historia sacada de F. Hadland Davis. Mitos y Leyendas de Japón. Ediciones Satori. 2008

Como esta existen una infinidad de historias que pretenden hacer del Fuji-San un emblema imperecedero del país asiático y es que, se dice, que alguien nacido en el archipiélago no puede considerarse un verdadero japonés hasta subir, al menos, una vez al volcán sagrado.

lunes, 5 de julio de 2010

La transición hacia la era moderna (4)

En el año 1860 se produjo un incidente que cambiaría la forma de pensar y actuar del gobierno Tokugawa. El asesinato de Ii Naosuke, personaje relevante y partidario de la apertura del país, a manos de los Shishi haría cambiar la estrategia del bakufu hacia una política basada en el consenso denominada kobu gattai. Se pretendía establecer un grupo de representantes de los daimyo, miembros de la corte así como del shogunato para intentar buscar una solución a la situación de caos interno que vivía Japón. Las posiciones enfrentadas harían imposible un acuerdo, aún teniendo en cuenta el intento de acercamiento del gobierno con los territorios de Choshu y Satsuma.
En 1863, siguiendo con esta actitud conciliadora, el bakufu promulgó una orden donde se dictaminaba que las políticas emprendidas a partir de ese momento tendrían que llevar la firma del emperador. Se trataba de un último intento por parte del shogunato de mantener su legitimidad buscando el apoyo de los daimyo y del emperador.

Un año después, los representantes de las fuerzas militares de Choshu, Shishi y ronins (samuráis sin señor), protagonizarían una importante revuelta en Kioto contra el bakufu. La correspondiente acción punitiva no se hizo esperar. Terminaba así el periodo conciliador por parte de un gobierno que, a partir de ese momento, buscaría sin cesar el castigo del daimyo de Choshu. Pese a la insistencia del bakufu Tokugawa, este no se llevó a cabo gracias, sobre todo, a la intervención de Satsuma, quién dos años más tarde firmaría otro acuerdo con el propio territorio de Choshu para proporcionarle armamento. La alianza sirvió para hacer frente al bakufu en una lucha que tendría lugar el mismo año, 1866. Choshu fue capaz de derrotar las fuerzas del gobierno y un año después signó otra alianza de protección con Satsuma. El poder militar de los daimyo contrarios al shogunato ya era lo suficientemente importante y el relevo al frente del clan Tokugawa no cambiaría la situación. En abril de 1867 y como último intento, el shogun aceptó ceder el poder administrativo al emperador sin “dimitir” de su cargo político.



Al fin, y de forma inevitable, en 1868 empezó la guerra Goshin con la toma del palacio imperial de Kioto por parte de los daimyo rebeldes. El shogunato hizo un último esfuerzo enviando sus tropas para reducir a los insurgentes, pero serían derrotadas al sur de la ciudad. En Osaka se cederá directamente el control del castillo a los rebeldes y Edo será cercada sin que haya grandes confrontaciones. Hasta 1869 habrá intentos del bakufu para impedir el avance de las tropas afines a la restauración política que terminarían con su derrota final en Sendai (Al norte de Edo). Se proclamaría así el cambio de régimen que significó el punto y final a la época medieval del país nipón.

Japón no sufrió un transformación provocada por una lucha de clases si no que será una nueva élite quién asuma el poder provocando que, en muy poco tiempo, el país asiático sea capaz de modernizarse.

domingo, 4 de julio de 2010

La transición hacia la era moderna (3)

El acuerdo con los americanos incluía varias cláusulas. La apertura de dos ciudades como Edo y Osaka, tarifas fijas a las importaciones y exportaciones de un 5%, tratado de extraterritorialidad, libertad religiosa etc. Además, se incorporó la cláusula de nación menos favorecida, que permitía a la última potencia en llegar beneficiarse de todo aquello firmado anteriormente. El nuevo tratado, pues, tendría consecuencias catastróficas para la economía japonesa. Exportaciones mucho más baratas, relaciones inestables en el valor de las monedas que provocaron la devaluación de estas, inflación de precios etc. El nivel de vida aumentó hasta un 50% y el precio del arroz se multiplicó por doce. Además, llegaron enfermedades provenientes de la India como el cólera y algunos extranjeros, sobre todo aquellos procedentes de la China, empezaron a crear conflictos con los autóctonos.

Todo esto se convertiría en caldo de cultivo para hacer renacer el espíritu de las revueltas. En esta ocasión, aparecieron los denominados Shishi, samuráis de clase media sin trabajo procedentes mayormente de los territorios de Tosa, Choshu y Satsuma, que se dedicaron a llevar a cabo acciones terroristas contra el bakufu y los extranjeros. El shogunato estaba contra las cuerdas. Por un lado, tenía gran parte de los daimyo más importantes en contra, por otro, los occidentales se sentían desprotegidos frente a los ataques constantes de los Shishi. Una situación difícil de controlar que, finalmente, conduciría Japón a una guerra civil para el cambio de gobierno el año 1868.



La situación de máxima tensión que vivía el país terminó por dividir la posición de los extranjeros, que, aún apelando a la neutralidad para no ser expulsados, por debajo se beneficiarían del comercio de armas. El shogunato empezaba a perder legitimidad ya que los altercados y la violencia que se vivía no eran más que consecuencia de su incapacidad política. El emperador, que hasta entonces no se había pronunciado en términos de política exterior, no aceptó la firma de los tratados ni tampoco dio su aprobación a los ataques terroristas de los Shishi. Al mismo tiempo, algunas intrigas destapadas dentro de la corte harán que el shogun decida hacer una purga de todos aquellos a favor del acercamiento entre bakufu y las potencias occidentales.

En el otro extremo se encontraban los daimyo de Satsuma, Choshu, Tosa y Hise. Consideraron culpable de la humillación que sufría el país al shogunato. Los dos primeros, representantes del sonnô jôi, participaban en un doble juego ya que, pese a acusar al gobierno, se beneficiarían de la tecnología y los contactos con los extranjeros. Los monopolios que habían establecido dotaron a estos territorios de un gran número de recursos económicos y la sankin kôtai dejó de ser un lastre para ellos. El señor feudal de Satsuma, que hasta 1865 había estado a favor de un pacto con el shogun, a partir de ese momento cambiará su voluntad para tomar una posición mucho más radical. Entre las influencias de este daimyo se encontraban personajes tan importantes como Okubo Toshimichi o el que sería jefe de su ejército, Takamori Saigo. Ambos terminarían siendo los principales responsables de un acuerdo secreto signado con Choshu el 1867 para derrocar al shogunato.

viernes, 2 de julio de 2010

La transición hacia la era moderna (2)

La llegada ininterrumpida de navieros norte-americanos a finales del siglo XVIII daría pie a la política del sakoku y posteriormente al postulado “reverencia al emperador y expulsión de los extranjeros” conocido como sonnô jôi. Los defensores de esta política veían necesario evitar cualquier tipo de relación con otras potencias mientras Japón fuera débil en materia militar. En este contexto, empezó a surgir un debate urgente sobre si realmente esta tendencia reaccionaria en contra de cualquier país occidental era beneficiosa y se podía mantener a largo plazo. Así, empezaron a surgir los partidarios del kaikoku o de la apertura del país. Dentro del propio bakufu existían algunos hombres fuertes partidarios de la apertura, pero la fuerza de los ideales del sakoku impidieron que sus ideas tuvieran éxito. Durante el siglo XVIII, a partir de la segunda mitad sobretodo, el Pacífico se convertiría en la ruta natural para la expansión americana. El principal objetivo de estos era China, pero Japón se encontraba en medio de la ruta entre Shanghái y San Francisco así que la única solución posible era que el país nipón cediera a colaborar y a negociar.



La primera visita del comodoro Perry y sus “naves negras” se produjo en 1853, cuando entregó una carta procedente del presidente Millard Fillmore. Abe Masahiro, consejero de Estado del bakufu, verá que aceptar las peticiones americanas podría suponer un importante problema, pero al final terminará por ceder trasladando sus inquietudes a los señores feudales (por primera vez). La respuesta no se hizo esperar. 19 de los daimyo estaban a favor de mantener la política del sakoku y 19 más a favor de la apertura, del kaikoku. No había consenso. Dentro del propio gobierno, los daimyo más importantes estaban dispuestos a ceder a las demandas americanas, pero otros como el shogun, Tokugawa Nariaki, se negaron. El 1 de diciembre del mismo año, Masahiro intentaría llegar a un acuerdo pero la intransigencia de Nariaki lo complicaría todo. Finalmente, y de forma unilateral, se acordó llegar a un acuerdo de mínimos con los americanos.

En marzo de 1854 se produjo la segunda visita de Perry con el objetivo de conseguir un trato justo para los náufragos, la apertura de puerto de aprovisionamiento y distintos acuerdos comerciales. La primera petición será fácilmente aceptada, no así las otras dos. Aún así, se firmaría el Tratado de Kanagawa en 1854 que pondría fin al período de aislamiento. Un tratado que dejó contento a los responsables del bakufu ya que, al fin y al cabo, no se había firmado nada en relación a las clausulas comerciales. Después de Kanagawa empezaría una nueva fase en las relaciones con los occidentales. Entre 1854 y 1858 británicos, rusos y holandeses buscarían también su trozo de pastel japonés mientras que dentro del gobierno se irán introduciendo personas con peso dentro de las relaciones exteriores.

En 1857 tendría lugar la negociación de un tratado comercial con Holanda y en octubre se firmará también con Rusia. Hota Masayoshi, sustituto de Abe Masahiro, estará interesado en firmar rápidamente ya que se percató que enseguida llegarían nuevos estados con las mismas intenciones.

Los nuevos acuerdos pondrían un límite en las relaciones exteriores que llegaría a provocar que, poco más tarde, los americanos exigieran un tratado mucho más desigual. Un tratado que terminaría por firmarse el 1858.