Numerosas leyendas han surgido en torno al venerable Monte Fuji. Como muchas montañas de Japón y, también, de otros países orientales, ha sido asociado al elixir de la vida.
La celebridad del Fuji llegó a oídos, según la leyenda, de un emperador de China. Cuando le comentaron que la montaña se había creado en una sola noche llegó a la conclusión de que el monte Fuji albergaba el Elixir de la Vida, así que reunió a un grupo de jóvenes muchachos y hermosas doncellas y zarpó con ellos al país del sol naciente.
Los juncos avanzaban por el mar bravío como una lluvia de pétalos dorados zarandeados por el viento salvaje, pero poco a poco la tormenta amainó y el emperador y su séquito pudieron contemplar el blanco esplendor de la montaña alzándose imponente frente a ellos. Tras tomar tierra, el emperador reunió a los suyos en formación y comenzaron el ascenso a la cima en lenta procesión.
Hora tras hora iban ascendiendo con el manto dorado del emperador al frente hasta que dejaron atrás el sonido del mar y mil pies pisaron la delicada nieve allí en lo alto, donde reinaba la paz y la vida eterna. Cerca ya del final del viaje, el viejo emperador comenzó a correr lleno de gozo pues quería ser el primero en saborear la Vida que nunca envejece.
Cuando sus hombres le dieron alcance descubrieron que su señor estaba tumbado boca arriba con una sonrisa de felicidad en el rostro. Había encontrado la Vida Eterna, pero paradójicamente había sido a través de la muerte.
Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón. F. Hadland Davis. Satori Ediciones. 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario