La historia de las islas es larga y compleja. En 1885, a través del Tratado de Comercio, Navegación y Delimitación, signado entre Japón y Rusia estipuló que los territorios al norte de Etorufu (incluida) formaban parte de Rusia. En 1875, el Tratado por el intercambio de Sakhalin por las islas Kuriles daba los territorios a Japón y a cambio este cedía Sakhalin a los rusos. Con todo, el statu quo de la zona se vería afectado el 1904 con el ataque sorpresa de los nipones sobre Port Arthur, que provocaría la guerra ruso-japonesa. La paz se hacía efectiva en Portsmouth (EE UU), donde Rusia cedía Port Arthur, la parte sur de Sakhalin y reconocía los “intereses japoneses en Corea”. Más tarde, el 8 de agosto de 1945 la URSS declaraba la guerra a Japón y después de la rendición del país asiático los soviéticos invadían no solo las Kuriles si no también los “Territorios del Norte. En 1951 se firmaba el Tratado de San Francisco, en el cual Japón renunciaba a todo derecho sobre las Kuriles y la isla de Sakhalin. Con todo no se definieron los límites de estas islas y es por eso que hoy en día Japón argumenta que estas no incluyen los “Territorios del Norte”. Posteriormente en 1956, aprovechando la distensión diplomática entre ambos países se hizo un boceto, donde se contemplaba la devolución a Japón de las islas de Habomai y Shikotán. Todo quedaría en papel mojado, después de la firma del Tratado de Seguridad entre Japón y los Estados Unidos. La URSS argumentaría que el problema territorial con Japón ya había quedado resuelto con toda una serie de tratados internacionales. Este ambiente de guerra fría se mantuvo inalterado hasta la década de los 80, en la cual la URSS se vio cada vez más necesitada de ayuda económica para conseguir integrarse en el nuevo contexto económico mundial.
Los soviéticos volvían a reconocer la existencia del conflicto territorial. Con la llegada de Yeltsin al poder en 1991, este dejaba la puerta abierta a la devolución de las islas a cambio de ayuda económica por parte de Japón, que ya se había convertido en la segunda potencia económica mundial. Por su parte, el país asiático mantuvo una postura indivisible entre lo político y lo económico hasta los 90. Japón se oponía a brindar ayuda económica sustancial a la ex URSS en las reuniones del Grupo de los Siete a finales de los 80, pero no negó ayudas humanitarias ni recursos de cooperación que pudiesen beneficiar a los soviéticos en un futuro: 2.000 millones de yenes a las víctimas de Chernóbil; 14.000 millones en cereales y medicamentos y 5.000 millones para la cooperación tecnológica de la explotación del petróleo. Una flexibilización de las negociaciones siempre buscando conseguir un futuro acuerdo de retorno de unos territorios que siempre consideraron suyos
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