El hanami (literalmente “ver flores”) es uno de los acontecimientos anuales más esperados para los japoneses. Un espectáculo natural seguido de forma devota por los millones de habitantes del país nipón.
La identificación que sienten los japoneses con la efímera belleza de la flor del cerezo (sakura), la flor nacional por excelencia, es profunda pero intangible. La connotación primaveral de la flor del cerezo también expresa el concepto budista de transitoriedad. Así, los guerreros samuráis sentían una melancolía especial cuando comparaban el vivido y efímero hechizo de esta flor con sus propias vidas, amenazadas con un fin brusco e imprevisible.
Puede decirse que pocas culturas se han volcado con tanto deleite y tanta tristeza a la vez en la contemplación de una sola flor. La flor del cerezo marca el inicio del año tradicional japonés, así como el del curso académico y la época de contratación de nuevos trabajadores en las empresas. Una época para la renovación.
El proceso de eclosión floral constituye un acontecimiento nacional. A principios de marzo, los primeros retoños del sakura florecen en el extremo meridional del país, en Okinawa y Kyushu. Los medios de comunicación empiezan a cubrir su evolución hasta que los últimos capullos se abren en los cerezos de la isla septentrional de Hokkaido, a principios del mes de mayo.
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