Hoy os presento otra historia de fantasmas.
Una mujer de rostro pálido caminaba lentamente por una calle llamada Nakabaramachi. Llegó a una tienda, entró y compró una pequeña cantidad de midzu-ame (un líquido parecido al sirope que se elabora con malta y que se da a los niños pequeños cuando no hay leche disponible).
Cada noche, muy tarde, la mujer llegaba con el semblante demacrado y siempre de forma silenciosa. El amable tendero sentía interés por esa mujer así que una noche la siguió, pero al ver que entraba en un cementerio regresó a su casa desconcertado y asustado.
A la noche siguiente la mujer regresó a la tienda, pero en esta ocasión no compró midzu-ame sino que rogó al tendero que la siguiera. Calle abajo fue la pálida mujer seguida por el comerciante y sus amigos. Al llegar al cementerio, la mujer desapareció ante una tumba de la que provenía el llanto de un bebé. Cuando el tendero y sus amigos abrieron la tumba vieron en su interior el cadáver de la mujer a la que habían seguido y, a su lado, un bebé sonrosado y lleno de vida, riendo mientras sus manitas agarraban una taza de midzu-ame.
La mujer había sido enterrada prematuramente y su bebé había nacido en la tumba. Cada noche la pálida madre abandonaba el cementerio para dar de comer a su hijo.
Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón. F. Hadland Davis. Satori Ediciones. 2008.
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