El archipiélago japonés se caracteriza por tener una orografía poco apta para la crianza de animales y la ganadería. Desde los inicios, la sociedad nipona optó por desarrollar su forma de vida alrededor del arroz y su cosecha gracias al clima subtropical húmedo. Pese a ello, la mitología japonesa ha reservado un lugar preferencial para los animales, tanto reales como ficticios. Es el caso de los zorros- mensajeros del dios Inari- la liebre, el tanuki, los dragones, el kappa o los tengu.
Fuera de la mitología existe un animal considerado como estandarte de la cultura japonesa: el ciervo (shika en japonés). Los ciervos llegaron a Japón incluso antes que los propios japoneses al cruzar los puentes de tierra continentales que se formaron durante la era glaciar. Mensajeros divinos, según el sintoísmo, han vagado por lugares como la antigua capital Nara o la isla de Miyajima durante siglos.
A lo largo de generaciones, la manada de Nara-koen, de unos 1.500 ejemplares, ha aprendido a poner cara de lástima para conseguir que los turistas les den comida . Los puestos de venta hacen negocio con la comida para ciervos y muchos extranjeros se comen las shika sembei (galletas saladas para ciervos) al confundirlas con una especialidad local.
Los machos pueden mostrarse un poco agresivos durante la temporada de apareo y no es extraño conocer algún transeúnte a quién uno de estos animales ha mordido. Pero, a pesar de su reputación, son dóciles y encantadores.
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