En Japón, la Yakuza es conocida por todo el mundo. Se conoce su existencia, encontramos censos e incluso es sabida la relación entre algunas de las facciones Yakuza de postguerra con políticos del ala derechista del gobierno. Los reportajes de investigación aparecidos en los medios de comunicación o los arrestos en masa de políticos corruptos no fueron suficientes e incluso, en la época posterior a la guerra, las relaciones entre políticos y mafiosos fueron tan estrechas que se hicieron casi imposibles de detectar.
En 1951, el ministro de Justicia Kimura fue acusado de intentar organizar un grupo de 200.000 hombres entre derechistas, bakuto, tekiya y gurentai (grupos de mafiosos no tradicionales de Japón, chantajistas). La organización, conocida bajo el nombre de Battô-tai, pretendía actuar como un grupo de choque anti-comunista, para oponerse a una revolución que, Kimura, creía inminente. Solo cuando Kimura presentó la petición para la propuesta del Battô-tai, al Primer Ministro Yooshida está fue rechazada. Además, con los años, la Yakuza ha aprendido cómo obtener fondos, organizar a los votantes y eliminar a la competencia sin hacer mucho ruido y sin tener que recurrir a la fuerza. Se conoce que entre los años 50 y 60 algunos políticos dedicaban parte de sus ingresos a financiar ceremonias, bodas y funerales de miembros de la Yakuza.
Otro factor responsable de la existencia continuada de la mafia japonesa es la relación mantenida con la policía. Durante el período de postguerra y aparición del mercado negro, una de las condiciones previas para que los Yakuza lo controlasen fue la ausencia de una eficiente alternativa al negocio de la protección. Sin duda, el factor más significativo fue la debilidad de la policía japonesa durante ese período, provocado por los cambios estructurales del general MacArthur. Debido a la mala situación económica, los recursos para financiar las entidades locales, incluyendo la policía, eran del todo insuficientes y para solucionarlo los cuerpos del orden empezaron a aceptar donaciones provenientes de la “Asociación de Soporte a la Policía” y la “Sociedad de Prevención del Crimen”. Aún así, y de forma inevitable, las contribuciones incluían también aquellas que venían de los grupos de la Yakuza. De esta manera, pretendían que la policía no interfiriera en sus asuntos. La corrupción no fue el único problema surgido de la descentralización de la policía. La poca autonomía de las fuerzas policiales era insuficiente para coordinar las operaciones y a la vez compartir información. Una deficiencia unida a la falta de personal cualificado que dejaba a la policía sin capacidad para hacer frente a las organizaciones mafiosas que operaban por todo el territorio.
Con la recuperación económica del país, la retirada de las fuerzas del general MacArthur y el comienzo de una cruda época de guerra de bandas, las relaciones entre policía y Yakuza se volvieron más hostiles.