Al mal momento económico que asolaba el país, se unieron durante el siglo XVIII un conjunto de hambrunas, inundaciones, plagas y erupciones volcánicas que no hicieron más que empeorar la situación de Japón. En la sociedad pseudo-capitalista en qué se estaba convirtiendo el país no existía un funcionamiento fiscal adecuado para beneficiarse de la nueva clase comerciante que ya había empezado a enriquecerse. El shogunato concedió monopolios sin revisar impuestos y se obligó a llevar a cabo prestamos forzosos (goyokin) fuente de tensión con comerciantes y samuráis. Tensiones que, unidas a los cambios y las transformaciones económicas, serían las causas de un conjunto de alzamientos contra el bakufu en distintas ciudades.
A partir de 1800, los disturbios se generalizaron y los cabezas de turco, en este caso, pasaron a ser los señores feudales, quienes verdaderamente tenían el poder político. Estos disturbios agrupaban distintas clases sociales (samuráis incluidos) y se caracterizaron por una fuerte violencia (ataques contra los daimyo, agricultores ricos, comerciantes etc). A su vez, en las ciudades, lo rumores de las hambrunas que asolaban los territorios aumentaron y empezaron a escasear los productos que llegaban a los comerciantes, obligados a subir los precios hasta llegar a multiplicarlos.
Las consecuencias de todo ello fueron más alzamientos, más violentos y de carácter más político. Para terminar con toda la inseguridad, Mizuno Tadakuni, amigo del shogun Tokugawa Nariaki, pondría en liza un paquete de reformas basadas en el pasado: Las Reformas Tenpô. Un elevado número de decretos que no ayudaron en nada y en el futuro se convertirían en una de las causas directas del posterior golpe de estado. El bakufu, por su parte, será incapaz de llevar a cabo reformas profundas que pudiesen cambiar la situación de inseguridad constante que vivía el país. No así los territorios controlados por los señores de Choshu y Satsuma (artífices del cambio de gobierno) que llevarían a cabo sus propios cambios con gran éxito.
La llegada de los occidentales fue otro de los factores clave para la disolución del gobierno Tokugawa. Los primeros en llegar fueron los portugueses y los españoles con la clara misión de extender el cristianismo dentro del archipiélago nipón. En sus naves, los recién llegados cargaban con armas de fuego como los arcabuces que impresionaron a los daimyo de la isla de Kyushu. La posibilidad de establecer contactos comerciales con los extranjeros era factible pero el shogunato lo vería con otros ojos. La prioridad del nuevo gobierno era la de pacificar y unificar el país y el comercio junto al proselitismo cristiano no lo hacían posible. Finalmente, en 1635 se prohibió que nadie saliera del país y el año siguiente se expulsaría a todos los extranjeros (menos los holandeses situados en la isla de Dejima). Empezaba de este modo el período de aislamiento con el exterior.