Eran la ley y las costumbres de cada pueblo las que determinaban el castigo que debía imponerse en caso de adulterio: si se perdonaba o no a la mujer, si esta podía volver a casa de su esposo, si se le enviaba al exilio o, incluso, en un caso extremo, se la condenaba a muerte. Con todo, desde el momento en que el bakufu consideró el adulterio como un crimen, siempre se vio a la mujer como principal culpable del engaño, no así su amante que en muchos casos salía impune.
Ya fuera en Edo, la capital del shogunato, o en los dominios, se intentaba regular y castigar el engaño conyugal manteniendo el orden social establecido. La ley indicaba que la sexualidad de la mujer se encontraba en manos de su marido. Si una mujer casada huía con otro hombre, su familia, la familia del amante y la de su esposo se verían involucradas en el bochornoso suceso. Si la pareja de adúlteros era de diferentes regiones o pueblos llegaban a intervenir las máximos dirigentes de dichas localidades e, incluso, llegaban a tomar cartas en el asunto miembros de las familias a quien los rumores pudieran causar problemas sociales. El adulterio era considerado una amenaza para el orden social y tanto el marido como las autoridades se lo tomaban muy seriamente.
A finales del siglo XVII, la proliferación de casos dramáticos en los cuales la mujer se tomaba la venganza por su propio pie empezaron a hacerse famosos, hasta el punto de escribirse obras de teatro de gran éxito entre el público de las ciudades.
Ya fuera en Edo, la capital del shogunato, o en los dominios, se intentaba regular y castigar el engaño conyugal manteniendo el orden social establecido. La ley indicaba que la sexualidad de la mujer se encontraba en manos de su marido. Si una mujer casada huía con otro hombre, su familia, la familia del amante y la de su esposo se verían involucradas en el bochornoso suceso. Si la pareja de adúlteros era de diferentes regiones o pueblos llegaban a intervenir las máximos dirigentes de dichas localidades e, incluso, llegaban a tomar cartas en el asunto miembros de las familias a quien los rumores pudieran causar problemas sociales. El adulterio era considerado una amenaza para el orden social y tanto el marido como las autoridades se lo tomaban muy seriamente.
A finales del siglo XVII, la proliferación de casos dramáticos en los cuales la mujer se tomaba la venganza por su propio pie empezaron a hacerse famosos, hasta el punto de escribirse obras de teatro de gran éxito entre el público de las ciudades.
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