lunes, 10 de septiembre de 2012

La ciudad que nunca duerme: Tokio (5)

Cuando un tokiota se encuentra con alguien por primera vez suele preguntar: ¿De dónde eres? ¿Cuántos años tienes? ¿Estás casado? ¿Qué haces en tu tiempo libre? Las respuestas le permitirán dirigirse uy tratar al interlocutor del modo más apropiado según su propia situación. Así, la costumbre de intercambiar tarjetas de presentación (meishi) es la versión ritual de este procedimiento.

Si le pregunta a una mujer por su hobby, es probable que responda que le gusta ir de compras o practicar la ceremonia del té; y si le pregunta a su marido, dirá, con melancolía, que el golf, aunque seguramente dedique casi todo su tiempo libre a ver el béisbol o a ir de pesca. Sin embargo, una gran mayoría de ciudadanos de la capital gastan la mayor parte de su tiempo y dinero en comer fuera, cantar en el karaoke y en la bebida, sin ningún tipo de complejos, el vehículo más habitual para la distensión social.

Todo el mundo en Tokio, desde los habitantes de la llamada shitamachi (ciudad baja) hasta los yamanote-fu (gente pudiente de la zona alta), pasando por todos los grupos intermedios, se consideran personalmente miembros de la clase media, igualitarios y desencantados de la política que rige la ciudad. Ellos mismos, se consideran mucho más sofisticados que sus vecinos de las provincias, que consideran a los tokiotas “habitantes de otro planeta”. Además, los tokiotas también se presentan a sí mismos como gente muy cosmopolitas, lo cual significa que hay más señales y carteles en inglés, y que se esfuerzan por convencerse de que no todos los occidentales son estadounidenses. Aún así, en comparación con Osaka, una ciudad bastante más cálida y abierta en la que el saludo informal ¿Goki den yo? (¿Qué? ¿Haciendo dinero?), los tokiotas son, por lo general, gente fría. Así lo afirman el resto de japoneses: los de Tokio no son como nosotros. A mi entender tienen gran parte de razón.

Lo que otorga gran atractivo a la ciudad es la riqueza de su panorama urbano y una cultura en la que la tradición ancestral convive, hombro con hombro con la última novedad, así como el hecho de ser considerada por muchos “una ciudad que nunca duerme”.

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