Casi diez meses han tenido que pasar
para que hoy, por fin, haya decidido ir en busca de la playa de
Miyazaki. Cabe decir que mi residencia, situada en el campus de la
universidad, se encuentra alejada del centro de la ciudad y, al mismo
tiempo, relativamente lejos de la costa dificultando, sobremanera,
poder llegar a cualquier sitio con el único vehículo de transporte
de que dispongo, la bicicleta.
Hoy al despertar, decidí que había
llegado el momento. El sol resplandecía en lo alto de un cielo azul
exent de nubes y, a diferencia de días anteriores, el calor
sofocante podía resistirse. Conocer o no el camino hacia la playa de
Aoshima (青島)
era lo de menos y es que después de ver el mar día sí, día
también desde las aulas de la Facultad de Educación de la
Universidad de Miyazaki si una cosa tenía clara era la dirección
que debía seguir.
Después de más de 40 minutos de
verdes paisajes tropicales y de alguna que otra dirección equivocada
llegué al Parque Natural de Aoshima. La playa de arena fina, el
vaivén de las olas y una refrescante brisa marina me daban la
bienvenida a un rincón de Miyazaki del que me arrepiento no haber
disfrutado hasta el día de hoy.
A pesar del espléndido día, a
excepción de algún que otro surfista, muy pocos han sido los que se
han acercado a la playa. Y es que si por alguna cosa es conocida la
costa de Miyazaki es por las características de su oleaje, apto para
practicar cualquier deporte de agua y un gran aliciente para miles y
miles de japoneses que disfrutan de estas disciplinas deportivas.
Falta poco para que termine mi aventura en Miyazaki. Un año complicado en muchos aspectos pero
también lleno de experiencias inolvidables que, de bien seguro,
tendrán un lugar en mi equipaje de regreso.
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