En Japón, el cultivo de los crisantemos constituye todo un arte. Denominados kiku, fueron introducidos desde China en el siglo VII, a pesar de que según la leyenda fueron las primeras flores que se materializaron a partir del collar de Izanagi, padre de los antiguos dioses japoneses. Algunas fuentes afirman que los cortesanos del periodo Heian (cuando la capital y la corte estaban situadas en Kyoto) bebían sake con pétalos de esta flor en el siglo IX.
En el transcurso del siglo XIII, el crisantemo de 16 pétalos fue adoptado como símbolo de la casa imperial y se convirtió en un motivo decorativo en las ropas (sobre todo en los kimonos), las hojas de espada, los estandartes y también en los documentos oficiales.
Florecen a finales de año y son un símbolo de longevidad. En el mes de noviembre, muchos jardines y templos de Tokio acogen los Kiku Matsuri, o festivales del crisantemo. La flor del crisantemo también está presente en las kiku-ningyo, muñecas de tamaño real que representan a damas de la corte y personajes históricos.
En general los japoneses prefieren las flores uniformes, pero matizadas por sutiles diferencias, con colores vivos que no caigan en lo vulgar.
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