martes, 9 de abril de 2013

Una noche interesante

Finalmente llegó el día de empezar de nuevo las clases en la universidad. Más de dos meses de vacaciones que he aprovechado para volver a España y recargar energías con los míos. Durante este nuevo semestre, cursaré básicamente las mismas asignaturas que ya hice anteriormente. El hecho de no seguir un libro de texto permite que las clases tengan un ritmo más dinámico, ya sea durante las sesiones de exposición, lectura y presentación de artículos de periódico, redacciones etc. No estar encorsetado a unos objetivos curriculares otorga al alumno mucha más autonomía a la hora de decidir que es lo que va a presentar en el aula.
Dejando a un lado el tema de los estudios, ayer tuve la oportunidad de vivir lo que los japoneses llaman 飲み会 (nomikai) de empresa. Si hacemos una traducción literal del término veremos que se juntan los kanjis de beber y de reunión. Básicamente consiste en esto: los compañeros de trabajo, una vez terminada la jornada laboral, se juntan para comer, charlar y, sobretodo, beber. Una vía de escape a la rutina.



Y pensaréis, ¿Cómo es que has terminado participando en un nomikai de empresa? La respuesta es bastante simple. Empecemos por el principio. Miyazaki, aún siendo una ciudad relativamente grande, alrededor de unos 400.000 habitantes, recibe muy poca afluencia de extranjeros. Por poner un ejemplo, de los casi dos millares de estudiantes que asisten diariamente a la Universidad de Miyazaki soy de los pocos, por no decir el único europeo u occidental. Es por esto que las organizaciones culturales de la ciudad se han marcado como meta principal convertir esta ciudad del sur de Japón en un enclave multicultural favoreciendo de esta manera la llegada de gente de todo el mundo. Durante el año, son varios los festivales culturales que se realizan a lo largo de la geografía de esta provincia siendo el del próximo 19 de mayo el más importante de todos ellos.
Desde la universidad se pidió mi colaboración en el festival y fue así como entré a formar parte del grupo organizador del certamen, también llamado 宮崎国際フェスティバル (Festival Internacional de Miyazaki). Las reuniones se suceden semana tras semana con el objetivo de coordinar y organizar una alfombra roja por donde desfilarán representantes de todos los países que, a día de hoy, hacen vida diaria en Miyazaki. Y si alguno se lo está preguntando, sí, seré el representante español . Cómo vestirme y cuál será el speech que presentaré lo dejo en el más estricto secretismo.

Así, ayer, con la excusa de seguir preparando el evento, las cabezas visibles del certamen nos invitaron al nomikai de empresa. Mis compañeros y yo no sabíamos muy bien a lo que íbamos hasta que las bandejas de comida y la cerveza empezaron a llenar las mesas. El ambiente era de total celebración. Las formalidades y los trajes de etiqueta dejaron paso a las risas, al buen rollo y al intercambio de las llamadas meishi (tarjetas de presentación que se entregan con el más estricto de los rituales). De vez en cuando, alguno de los presentes se levantaba del tatami para profesar palabras de agradecimiento y provocar un brindis masivo que permitía observar quienes eran los más perjudicados por el alcohol.
De la comida poco hay que decir. Sashimi de una calidad excelente, productos de proximidad y mi primera experiencia con el natto. Una legumbre con aires de lenteja que, según dicen los propios japoneses, desprende un olor tan fuerte que se te pasan las ganas de probarlo. Hasta ayer, estos comentarios me habían impedido tener el suficiente valor como para darle una oportunidad, pero a raíz de un inocente “pique” con uno de los jefes del evento terminé cediendo y probando este plato tan peculiar. Cabe decir que, sazonado y servido como si de ensalada se tratase, todos esos comentarios dejaron de tener fundamento. Finalmente, la noche terminaba con los más valientes cantando en un karaoke de la zona.

Sin duda una de las experiencias más gratas desde que llegué a Miyazaki y que me ha permitido acercarme un poquito más a esta sociedad. Una sociedad que en ocasiones me ha parecido distante, fría, pero que a través de vivencias como las de ayer me doy cuenta de que lo verdaderamente importante reside en el privilegio de entender y saber disfrutar de nuestras diferencias.

lunes, 1 de abril de 2013

Kamehameha!!

Llegó el día. Por fin se estrenó en los cines de todo Japón la nueva película de animación de Bola de Dragón llamada Dragon Ball: La Batalla de los Dioses (ドラゴンボール神と神). Ir al cine en este país es siempre una aventura y en mi caso toda una odisea. Una hora y media de camino y dos autobuses urbanos es lo que separaban mi actual residencia, en el campus de la Universidad de Miyazaki, de la sala de cine más cercana donde se proyectaba la película. Los domingos en Japón acostumbran a ser el día en el que la familia goza de unas horas de ocio y esto, en la mayoría de casos, se traduce en ir a los centros comerciales donde se puede hacer de todo. Los restaurantes a rebosar, dependientes al acecho del cliente gritando las bondades de sus establecimientos y el run run incesante de los más pequeños formaban una estampa que seguramente se repetía en centenares y miles de lugares en todo el país. Pero centrémonos en el estreno.
 
 
Decir que personalmente soy un gran fan de las aventuras de Son Gokû y sus amigos. Muchos de los recuerdos de mi infancia me llevan al salón de mi casa, delante de la tele, esperando a que empezara la serie creada por Akira Toriyama allí por 1986 (el manga se había empezado a publicar dos años antes en la revista semanal Shonen Jump y siguió así hasta su conclusión en 1995). Después de las decepciones de sus antecesoras, películas interpretadas por actores de carne y hueso que no hicieron más que dañar la imagen de la serie, el público estaba expectante para disfrutar de nuevo de sus héroes en la gran pantalla, en una producción animada y mimada frame por frame.
 
 
 
La sala del cine llena, se apagan las luces y empiezan a sonar los primeros acordes de la ya mítica Cha-La-Head-Cha-La (para aquellos que no la conozcan se trata del opening de Dragon Ball Z interpretado por el compositor Hironobu Kageyama) haciendo que gran parte del público nos levantáramos de nuestros asientos para aplaudir (una imagen difícil de ver en un país que respeta a rajatabla el protocolo que debe seguirse en cada uno de los actos públicos, otorgando protagonismo nulo a la improvisación y expresión de los sentimientos).
 
Pero hablemos de la película. Empezando por el argumento y sin desvelar ningún secreto.
 
Los acontecimientos nos sitúan años después de la derrota de Majin Buu, justo antes del nacimiento de Pan, hija de Son Gohan y Videl y nieta de Son Gokû. En las primeras escenas vemos aparecer un nuevo personaje y enemigo principal de la contienda de nombre Bills. Una especie de Dios de la Destrucción, situado por encima incluso del mismísimo Kaiôshin, que después de un letargo de 39 años despierta excitado por los rumores de la aparición de un nuevo contrincante excepcional con quien batirse para seguir manteniendo la hegemonía en el universo: el llamado Dios de los Supersayajin.
 
Sin conocerlo, ni saber nada sobre él, se dirige al encuentro de los últimos Sayajins existentes topándose con Son Gokû quién desobedeciendo al Dios Kaiô del Norte le reta en combate. Goku recurre al nivel 3 de fuerza del Supersayajin pero no es suficiente y es derrotado. Bills, decepcionado con la fuerza del guerrero que derrotó al amo y señor de la Galaxia, Freezer, se dirige a la tierra en busca de Vegeta quién se encuentra reunido con todos los amigos celebrando el cumpleaños de su mujer, Bulma (así descubriremos que Bulma cumple 38 años desvelando uno de los muchos secretos de la serie).
 
Las batallas se suceden y nadie es capaz de plantar cara al Dios de la Destrucción, quién está dispuesto a destruir la tierra si no encuentra a su oponente. Finalmente será el dragón Shenron quién desvele el secreto del Dios de los Super Sayajin. La unión de seis Sayajin de corazón puro creará un ser capaz de vencer a cualquiera en este universo. Así con la ayuda de Gohan, Vegeta, Trunks, Goten y finalmente Videl (embarazada de Pan) logran que Gokû se convierta en el guerrero supremo. Envuelto en un aura rojiza y en su estado natural Gokû emprende la última de las batallas para salvar la tierra, una vez más, de su destrucción. ¿Lo conseguirá?   
 
 
Durante el largometraje veremos aparecer a todos los personajes que hicieron mundialmente famosa  la obra de Toriyama  (incluso haran acto de presencia Pilaf y sus secuaces). Aún así, cabe decir, que su papel en la trama principal será mínimo, relegados a alguna que otra escena de lucha o para hacernos soltar una carcajada. Visualmente se trata de una de las producciones más destacadas de la saga, teniendo en cuenta los tiempos que corren dentro del mundo de la animación. Además el espectador será obsequiado por algunas escenas con gran profundidad de campo, cercanas a una incipiente tridimensionalidad, que le dan a la película un aire más moderno y fresco. A nivel argumental la cinta no aporta nada nuevo al universo Dragon Ball y personalmente esperaba mucho más de un guión que no será recordado por su originalidad. Aún así, y sin llegar al nivel de algunas de las películas anteriores, se trata, sin duda, de un inmejorable homenaje al manga creado por Akira Toriyama y una vuelta a los orígenes de la serie.
 
Disfrutar en pantalla grande y casi en primicia de una nueva aventura de Son Gokû y sus amigos a cumplido con creces todas mis expectativas. Animo a todo aquél que tenga la oportunidad de ver la película, seguro que no os defraudará.