domingo, 21 de febrero de 2010

Situación económica actual de Japón

Aprovechando la aparición de un artículo publicado en La Vanguardia del día 16 de febrero he visto interesante dedicar un espacio a la situación económica actual de Japón.

Parece que la economía japonesa va progresando poco a poco dentro del contexto global de crisis. Durante el último trimestre del 2009 la economía creció un 1,1%, superando así las expectativas más optimistas del Gobierno nipón situadas en torno al 0,9%. Este resultado eleva la tasa de crecimiento interanual del PIB al 4,6% permitiendo al país mantenerse como segunda potencia mundial, por delante de China que sigue creciendo a un ritmo imparable del 10% anual.

Según el ministro de Finanzas Naoto Kan, los resultados son consecuencia directa de la recuperación de las exportaciones y de las medidas de estímulo implantadas por el estado para superar la difícil situación económica mundial. Según estadísticas gubernamentales, las ventas al exterior crecieron un 5% respecto al trimestre anterior (en parte gracias al dinamismo del mercado chino), la inversión progresó un 1% i el consumo subió un 0,7% (durante los últimos meses Japón ha vivido con la amenaza constante de entrar en una dinámica de deflación y caída de precios). En la actualidad el PIB japonés alcanza los 5,08 billones de dólares (unos 3,73 billones de euros), ligeramente por encima del gigante chino que suma 4,91 billones de dólares (3,60% billones de euros). No obstante, muchos economistas calculan que el PIB de China corresponde ya a un 11% del PIB mundial por un 6,5% el de Japón, aunque en términos de riqueza per cápita la balanza sigue estando claramente inclinada a favor de Japón con 35.000 dólares al año frente a los 6.500 en China.



Sin duda, se trata de datos esperanzadores para una de las economías que más ha sufrido a lo largo de las dos últimas décadas. Primero con la crisis asiática de 1997 y ahora siendo una de las economías más afectadas por la actual recesión económica. Una mejoría, que sin embargo, no ha evitado que Japón registre una contracción de su PIB del 5% en el 2009, la mayor desde 1955.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Okuninushi y la liebre

Después de una serie de artículos enfocados a temas más económicos y sociales me apetecía dedicar un espacio a la mitología. En esta ocasión hablaré de un descendiente directo de los primeros dioses Izanami e Izanagi e hijo de Susanô: Okuninushi.

Okuninushi y su hermano paseaban por el campo dirigiéndose hacia una fiesta. En el camino, se encontraron con una liebre a la que le habían arrancado toda la piel. El hermano pasó de largo, pero no así Okuninushi quién se paró a preguntarle que le había sucedido.

La liebre le explicó que vivía en Oki y quería llegar hasta Izumo, pero como no había ningún puente, engañó a los monstruos marinos para que se pusieran en fila india, y así ella poder cruzar el mar pasando por encima de sus cuerpos. El problema fue que el último monstruo marino se dio cuenta del engaño, le mordió en la cola y le acabo arrancando toda la piel.

Okuninushi se apiadó de ella y la liebre por arte de magia se convirtió en una deidad que le recompensó con el amor de Yagami-hime. Mientras tanto, su hermano cada vez se iva poniendo más celoso de Okuninushi por el amor que recibía de Yagami-hime, una mujer de enorme belleza. Finalmente, enfurecido, decide matar a Okuninushi. La madre de ambos, entristecida, decide ir a suplicar a los dioses para que revivan a Okuninushi. Tan fuertes son sus llantos que finalmente les convence para que lo devuelvan a la vida.



Su hermano sorprendido, observa incrédulo que su hermano sigue con vida, así que vuelve a matarlo con una piedra. Su madre decide volver a pedir ayuda a los dioses, quienes bondadosos vuelven a concederle el don de la vida a su hijo. Pero una vez más, el hermano terminaría asesinando al descendiente directo de Susanô, esta vez clavándolo en un árbol. Por tercera vez Okuninushi es resucitado, pero en esta ocasión su madre le aconseja que vaya a hablar con su padre para ver si él puede hacer algo y terminar con el rencor de su hermano.

Okuninushi decide viajar hasta Tsuga, el castillo de su padre Susanô. Al llegar se enamora de una de las hijas de Susanô e intenta seducirla. Susanô enfurecido, intenta también matar a Okuninushi aunque finalmente le convencen para que no lo haga. Okuninushi, un día, aprovechando que su padre está durmiendo, decide robarle la espada que había conseguido matando al dragón de ocho cabezas y ocho colas, así como un arpa, un arco y a su hija. Empiezan a escapar, hasta que el arpa choca contra una pared generando un sonido que termina por despertar a su padre.

De este modo, empieza una persecución. Pronto, Susanô se da cuenta de que no puede atraparlos, así que decide pactar con ellos. Susanô le dice a su hijo que, ya que ha robado la espada la use para matar a su hermano y así este, no volverá a asesinarlo. En cuanto a su hija, le pide que se case con ella y así pueda perpetuar la herencia con muchos descendientes.

domingo, 7 de febrero de 2010

El arte del tatuaje

El otro día ojeando el periódico encontré un artículo muy interesante sobre una de las costumbres más características de la Yakuza: los tatuajes. He visto interesante dedicar un pequeño artículo aprovechando que, durante estos días se celebra una exposición sobre este arte en Tokio.

Desde finales del siglo XIX, viajeros de todo el mundo visitaron el país nipón para quedarse fascinados por un arte que apenas era conocido en Europa, el tatuaje. Escenas búdicas, carpas, dragones o motivos florales coloridos y voluptuosos cubrían los cuerpos de los japoneses con una precisión y exactitud difíciles de imaginar. Sin embargo, por aquel entonces el tatuaje ya se había convertido en un tabú para el japonés de a pie y el Gobierno Meiji, en 1872, prohibió los tatuajes para potenciar una imagen más civilizada del país a ojos occidentales.



Este arte milenario alcanzó en el período Edo sus mayores cotas expresivas impulsado, sobretodo, por la estética de los grabados ukyo-e y la vida de excesos y placeres surgida en los barrios de la capital. Poco a poco, pero, el tatuaje pasó a asociarse exclusivamente con la delincuencia, en parte porque tatuar a los convictos para estigmatizarlos había sido práctica común en el país (muchos se grababan dibujos para ocultar sus cicatrices carcelarias) y ante todo, por la costumbre llamativa que mantuvieron los miembros de los clanes yakuza.

Aunque la práctica fue legalizada otra vez después de la Segunda Guerra Mundial, el prejuicio ha sobrevivido desde entonces y es común que hoy en día, alguien con un tatuaje tenga prohibida la entrada en ciertos lugares cómo los baños o piscinas públicas en Japón. Aparentemente, la percepción empieza a cambiar y ahora es normal ver que un japonés o una japonesa se tatúe. Por el contrario, muchos miembros de bandas yakuza han dejado a un lado esta práctica para no llamar la atención y pasar desapercibidos.

Parece que el mundo del tatuaje empieza a salir del ostracismo tal y cómo demuestra la exposición fotográfica que se presenta estos días en la Vanilla Gallery de Tokio. Una muestra con 108 retratos en tinta firmados por Hiroshi III, uno de los artistas del tatuaje más representativos y conocidos del país del sol naciente.

Texto sacado de El País del día 5 de febrero