lunes, 28 de diciembre de 2009

Crecimiento económico japonés de postguerra

En el artículo de hoy intentaré explicar de forma breve y llana algunas de las causas que llevaron a Japón a convertirse en la segunda potencia económica mundial a mediados de los años 80. Sin duda, las relaciones entre los diversos entes económicos del país fueron mucho más complejas, pero de larga y difcil exposición en un contexto cómo el nuestro.
Entender el crecimiento económico que Japón vivió después de la Segunda Guerra Mundial es una cuestión compleja. Invertir en sectores clave y en el momento oportuno fueron los principales aciertos del gobierno nipón. Durante los años 50, los sectores energéticos como la electricidad, el carbón, el acero etc., fueron los escogidos para estimular la economía. El capital aportado por los americanos fue fundamental para la recuperación económica de un país que había quedado completamente destrozado después de la derrota en la guerra, y donde, solamente el 10% de los edificios de la capital, Tokio, quedaban en pie. A finales de los 50, Japón había recuperado el nivel económico de antes de la guerra. La migración del campo a la ciudad fue otro de los aspectos que ayudaron a este resurgir de la economía japonesa, ya que permitió aumentar la producción industrial y a su vez mejorar la calidad de vida de los trabajadores gracias al salario.

A mediados de la década de los 50 y hasta bien entrados los 60, el PIB (producto interior bruto)japonés creció un 9% de media. Los productos manufacturados, la construcción y las infraestructuras fueron los sectores que más se desarrollaron y la agricultura pasó a un segundo plano (tan solo un 25% de la población seguía dedicándose al campo). Es a partir de este momento que Japón experimenta el primero de los denominados booms económicos: el Boom Izanagi. Los grandes conglomerados industriales, keiretsu (de los que hablaré más detenidamente próximamente), fueron los responsables de este suceso. Los keiretsu japoneses eran constituidos por grandes empresas que trabajaban muy unidas, cooperando para ganar dinero juntas y sin hacerse la competencia. Por encima de estos conglomerados se situaba el MITI (Ministerio de Comercio Internacional e Industria), que influía de forma directa en la marcha económica del país y tenía capacidad para dar órdenes directas a los keiretsu si de ello dependía la mejora de la economía nipona. En esta época, con un crecimiento anual entre el 11 y el 13%, Japón cambió de estrategia invirtiendo en sectores como el de la industria pesada, la construcción de barcos o la maquinaria. En definitiva, mercados que le permitieron centrarse de forma “indiscriminada” a la exportación. A principios de los 70, el país asiático siguió creciendo pero a un ritmo más lento a razón del 4-6%, muy influenciado por la crisis del petróleo de 1973. El encarecimiento del barril de crudo hizo bajar la producción industrial ya que Japón, con escasas materias primeras, dependía en gran medida de la importación de petróleo. A su vez, los costes de producción más elevados hicieron subir el precio de los productos finales.

A finales de los 80 tuvo lugar el segundo boom de nombre Heisei. Este se caracterizó otra vez por un cambio de estrategia en los sectores de producción. Superada la crisis del petróleo, Japón se volcó en la fabricación de productos con alto valor añadido. La máxima era exportar. Así el país entró de lleno en la producción de aparatos electrónicos y también de automóviles. El país se había convertido en la segunda potencia económica mundial, produciendo aproximadamente el 70% de todo el PIB asiático. Grandes inversiones en I+D, apostar por sectores de futuro así cómo encarar la economía claramente a las exportaciones fueron algunos de los éxitos del país nipón.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Yuki-Onna

Coincidiendo con la voraz entrada del invierno en nuestro país, acompañado de intensas nevadas, lluvias interminables y fuertes rachas de vientos he creído oportuno dedicar un espacio a esta estación del año.

El invierno en Japón desde siempre ha constituido uno de los temas más recurrentes en el arte y la poesía. El caer de los copos, los paisajes emblanquecidos, la nieve posada sobre los tejados de los templos etc. Un sinfín de bellas estampas que contrastan con una de las figuras más carismáticas del ideario mitológico nipón: Yuki-Onna o la Dama de las Nieves. Toda similitud con los paisajes más arriba descritos se desvanece ante su maligna presencia, y es que ella representa a la Muerte y comparte atributos con los vampiros. Más allá de la alargada y blanca figura de Yuki-Onna no existe una nueva primavera, pues su boca es la boca de la Muerte y sus labios helados absorben la esencia vital de sus desafortunadas víctimas.



La novia de la nieve

Mosaku y su aprendiz, Minokichi regresaban a su aldea en la gélida noche después de un largo viaje. Poco les separaba de su morada pero antes de eso debían cruzar un río. Al llegar a la orilla comprobaron que el barquero se había ido, llevándose el bote a la orilla opuesta. El tiempo, muy desapacible, hizo que desistieran en el intento de cruzar el cauce y decidieron pasar la noche en la pequeña cabaña del barquero. Una vez acomodados, Mosaku se durmió. Minokichi, sin embargo, le costó dormirse a causa del aullido del viento y el silbido de la nieve contra la puerta. Al final, el joven se durmió, aunque al poco tiempo una ráfaga de nieve contra su rostro lo despertó. Al abrir los ojos comprobó que la puerta se encontraba abierta y que en el interior de la cabaña había una mujer vestida con un resplandeciente ropaje blanco. Estaba erguida frente a su maestro Mosaku y al instante se inclinó sobre el anciano, exhalando su gélido aliento como humo blanco. Tras unos minutos, se giró hacia Minokichi y se cernió sobre él. El muchacho intentó gritar pero el aliento de la mujer era como un golpe de viento helado. La mujer le susurró que tenía pensado hacerle lo mismo que al anciano pero que, debido a su juventud y a su belleza, había cambiado de opinión. Antes de desvancerse, como el humo le dijo que si alguna vez hablaba de esto con alguien, moriría al instante.
Minokichi aturdido llamó a su querido maestro: ¡Mosaku, Mosaku, despierte! Ha sucedido algo espantoso. Pero no obtuvo respuesta. Al tocar las manos gélidas de su maestro, Minokichi comprendió que este había muerto.



Al invierno siguiente, mientras Minokichi regresaba a su casa tras terminar sus labores, coincidió con una hermosa muchacha llamada Yuki, que le explicó que se dirigía a Yedo para trabajar como sirvienta. Minokichi quedó prendado de la joven tan intensamente que se atrevió a preguntarle si estaba comprometida para contraer matrimonio con algún muchacho. Ella respondió negativamente así que Minokichi se la llevó a su casa y a su debido tiempo se casó con ella. Yuki dio a luz a diez hermosos niños cuya piel era más pálida de lo habitual. Una noche, mientras Yuki estaba cosiendo, su rostro relucía por la luz de una lámpara de papel y Minokichi recordó la aterradora experiencia que había vivido un año antes en la cabaña del barquero. Yuki – dijo -, me recuerdas a una hermosa y pálida mujer que vi en una ocasión, cuando tenía dieciocho años. La mujer mató a mi maestro con su gélido aliento. Supongo que sería algún espíritu sobrenatural y tu, esta noche, te pareces mucho a ella.
Yuki dejó a un lado su labor. En su rostro se dibujaba una sonrisa horrible mientras se acercaba a su marido para decirle entre siniestras carcajadas: ¡Era yo, Yuki-Onna, la que apareció ante ti aquella noche, la que mató lentamente a tu maestro! ¡Desgraciado, has roto tu promesa y has desvelado el secreto! ¡Si no fuera por nuestros hijos, te mataría ahora mismo! Recuerda, si alguna vez se quejan de ti, lo sabré y, una noche en la que la nieve caiga, te mataré.



A continuación, Yuki-Onna, la Dama de las Nieves, se convirtió en una pálida niebla y ascendió por la chimenea para no regresar jamás.

Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón de F. Hadland David

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Conflicto de las Kuriles: resolución

La solución del conflicto parece que tendrá lugar cuando se encuentre el equilibrio entre diferentes factores cómo puede ser la opinión pública, los intereses nacionalistas o las necesidades económicas, por parte del gigante ruso. La probabilidad de que este se resuelva militarmente parece impensable. El nuevo orden internacional en Asia Oriental recae en gran medida sobre Japón y cualquiera iniciativa bélica en la zona tendría consecuencias nefastas para el país nipón, que ha intentado mejorar las relaciones con países que aún guardan gran recelo desde la Segunda Guerra Mundial. El conflicto se resolverá seguramente de forma bilateral y no a través de organismos internacionales como la ONU, ya que dentro de este el conflicto de las Kuriles no ha sido un escenario de debate.

La resolución del litigio de las Kuriles podría ser beneficiosa para los dos países si de términos económicos hablamos. Japón saldría reforzado como potencia en un momento en el cual China parece que le empieza a hacer sombra viendo peligrar su hegemonía regional. Por su lado, Rusia vería con buenos ojos ceder soberanía territorial a cambio de ayuda económica y transferencia tecnológica. Aún así, las reuniones mantenidas entre dirigentes de ambos países durante los últimos años no han tenido los afectos deseados.

Un conflicto de bajo perfil dentro de la agenda internacional, que por su importancia dentro de la geopolítica podría tardar más en solucionarse de lo que Japón y Rusia querrían.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Conflicto de las Kuriles: cuarta parte

La historia de las islas es larga y compleja. En 1885, a través del Tratado de Comercio, Navegación y Delimitación, signado entre Japón y Rusia estipuló que los territorios al norte de Etorufu (incluida) formaban parte de Rusia. En 1875, el Tratado por el intercambio de Sakhalin por las islas Kuriles daba los territorios a Japón y a cambio este cedía Sakhalin a los rusos. Con todo, el statu quo de la zona se vería afectado el 1904 con el ataque sorpresa de los nipones sobre Port Arthur, que provocaría la guerra ruso-japonesa. La paz se hacía efectiva en Portsmouth (EE UU), donde Rusia cedía Port Arthur, la parte sur de Sakhalin y reconocía los “intereses japoneses en Corea”. Más tarde, el 8 de agosto de 1945 la URSS declaraba la guerra a Japón y después de la rendición del país asiático los soviéticos invadían no solo las Kuriles si no también los “Territorios del Norte. En 1951 se firmaba el Tratado de San Francisco, en el cual Japón renunciaba a todo derecho sobre las Kuriles y la isla de Sakhalin. Con todo no se definieron los límites de estas islas y es por eso que hoy en día Japón argumenta que estas no incluyen los “Territorios del Norte”. Posteriormente en 1956, aprovechando la distensión diplomática entre ambos países se hizo un boceto, donde se contemplaba la devolución a Japón de las islas de Habomai y Shikotán. Todo quedaría en papel mojado, después de la firma del Tratado de Seguridad entre Japón y los Estados Unidos. La URSS argumentaría que el problema territorial con Japón ya había quedado resuelto con toda una serie de tratados internacionales. Este ambiente de guerra fría se mantuvo inalterado hasta la década de los 80, en la cual la URSS se vio cada vez más necesitada de ayuda económica para conseguir integrarse en el nuevo contexto económico mundial.
Los soviéticos volvían a reconocer la existencia del conflicto territorial. Con la llegada de Yeltsin al poder en 1991, este dejaba la puerta abierta a la devolución de las islas a cambio de ayuda económica por parte de Japón, que ya se había convertido en la segunda potencia económica mundial. Por su parte, el país asiático mantuvo una postura indivisible entre lo político y lo económico hasta los 90. Japón se oponía a brindar ayuda económica sustancial a la ex URSS en las reuniones del Grupo de los Siete a finales de los 80, pero no negó ayudas humanitarias ni recursos de cooperación que pudiesen beneficiar a los soviéticos en un futuro: 2.000 millones de yenes a las víctimas de Chernóbil; 14.000 millones en cereales y medicamentos y 5.000 millones para la cooperación tecnológica de la explotación del petróleo. Una flexibilización de las negociaciones siempre buscando conseguir un futuro acuerdo de retorno de unos territorios que siempre consideraron suyos

lunes, 14 de diciembre de 2009

El conflcito de las Kuriles: tercera parte

Seguimos con el conflicto y sus partes.

Parece que el mismo e centra en intereses claramente geopolíticos. Los diferentes tratados signados desde mediados del siglo XIX no han servido para esclarecer la pertenencia de las islas, pero tanto Japón como Rusia conocían la riqueza de su biosfera. A los recursos naturales se suman otras cuestiones de carácter más nacionalista o histórico, que en multitud de ocasiones han servido como argumento para defender la legitimidad de algún territorio. En este caso se unen las viejas disputas nacidas durante la guerra con la importancia que los japoneses dan a todo aquello que confiere a su pasado. Finalmente, la situación de las islas hace que, sobre la mesa de juego de las relaciones internacionales entre ambos países, aparezca la carta de la geopolítica.

Si hablamos de los actores que intervienen en el litigio, parece que en el conflicto solo aparecen dos: Japón y Rusia. Actores principales de una disputa que en la actualidad tiene muy poco peso dentro de la agenda de la comunidad internacional y que parece tiene que solucionarse por vías diplomáticas, sin hacer uso de la fuerza militar. No parece, por tanto, que pueda haber otros actores, quizás los Estados Unidos podrían hacer sentir también su voz como actor secundario por el tratado de seguridad signado con Japón y por sentirse cómo su socio principal en la región de Asia Oriental así como para impedir que Rusia pueda ampliar sus fronteras. Estos no verían con malos ojos que Japón fortaleciese su posición en Asia, en un momento donde la región parece hacerse vuelto un territorio clave dentro del nuevo contexto internacional.

jueves, 10 de diciembre de 2009

El conflicto de la Kuriles: segunda parte

Aunque normalmente son consideradas como parte de la cadena de las Kuriles, de jurisdicción rusa, la historia de los territorios presentados con anterioridad pone en duda que puedan ser tratados simplemente como islas del archipiélago de las Kuriles. La flora, la fauna, clima y raza de sus habitantes (los Ainu, de los cuales hablaré en otra ocasión), así como la plataforma continental de los “Territorios del Norte” corresponden a Japón y no a Rusia. Existen varias razones que ayudan a explicar la importancia de estos territorios para ambos países. Para Rusia, las islas han supuesto siempre un excelente canal de paso desde el Mar de Okhosk hasta la península de Kamchatka. Tampoco podemos olvidar que es en esta zona geográfica donde los rusos concentran gran parte de sus submarinos nucleares y que se ha convertido en un punto de clave de acceso a la base naval de Petropavlosk, en la misma península siberiana.

Además, esta zona es conocida mundialmente por su inmensa riqueza pesquera, que ha sido aprovechada por los nipones a lo largo de la historia. Los habitantes de esa zona han basado su subsistencia en todo aquello que les podía ofrecer el mar. Con todo, los antagonismos surgidos entre las dos potencias después de la Segunda Guerra Mundial han dado al conflicto una mayor importancia dentro de la agenda internacional. Los recelos que aún despierta Japón en las viejas generaciones rusas, hace que estas no puedan concebir una concesión territorial a favor de los japoneses. Parece que la opinión pública y los sentimientos nacionalistas han influenciado notablemente en el conflicto y seguramente lo sigan haciendo. Prueba de eso es la gran cantidad de dinero que Japón ha invertido a la causa, para recoger y unir el sentimiento nacional hacia los territorios que consideran suyos. Cada año se recogen millones de firmas pidiendo el retorno de las islas a Japón y el 7 de febrero se celebra el Día de los territorios del Norte con conferencias, foros y debates sobre el tema. Acciones, todas ellas, dirigidas a presionar a los dirigentes rusos.

martes, 1 de diciembre de 2009

El conflicto de las Kuriles

Después de unas semanas sin postear vuelvo a la carga con una serie de artículos que pretenden resumir uno de los conflictos que Japón mantiene a nivel internacional: el de las islas Kuriles.

Por otro lado, comentar a todos los lectores del blog, que el año que viene lo pasaré en Japón, concretamente en Kyoto, terminando mis estudios en Asia Oriental. La beca concedida por la universidad me permitirá conocer mucho más este país tan sumamente fascinante.


El conflicto que nos ocupa sitúa su epicentro en las llamadas islas Kuriles. Un territorio que ha mantenido en conflicto Rusia y Japón, desde el siglo XVIII. Los “Territorios del Norte”, cómo son llamados por el país nipón, y que para los rusos son simplemente una pequeña parte de la cordillera de las islas Kuriles, comprenden las islas del grupo Habomai, Shikotán, Kunashiri y Eorafu. En total, un territorio de 4.996 kilómetros cuadrados formado por 56 islas volcánicas que cubren los 1.300 kilómetros existentes entre la punta noroeste de Hokkaido y la península de Kamchatka, en la Siberia rusa. El conflicto empieza desde el momento en que se descubren las islas. Vale decir que, pese a la importancia estratégica de estas y los sentimientos nacionalistas que unos y otros esgrimen como argumentos, las fricciones entre ambos países se han mantenido siempre en un bajo perfil dentro de la comunidad internacional. Las Kuriles nunca han sido objeto de conflictos armados. Así, estamos delante de una disputa regional, con implicaciones geoestratégicas claras y con otras de más históricas o con un perfil nacionalista o de pertenencia.



En el próximo artículo seguiremos ahondando en el conflicto para explicar su contexto, fases y la posible resolución. Hasta la próxima.