lunes, 31 de agosto de 2009

El dia del tifón

Mi llegada a Japón ha venido acompañada de dos días de lluvia intensa e ininterrumpida. La culpa la tiene un tifón que esta descargando su fuerza en la llanura del kanto (donde esta situado Tokyo) y que de alguna manera ha empañado mis primeras jornadas en el país nipón. Ayer no pude salir de la residencia ya que tenía que estar atento a la devolución de mi maleta, pero hoy, y pese al mal tiempo, después de empezar mi curso de japonés he decidido aprovechar el día paseando.

Después de acostumbrarme a las miradas y a ser el único extranjero (gaijïn, como ellos dicen de forma un tanto peyorativa) de los vagones del metro, mis primero pasos me han conducido a un gran centro comercial situado en la zona de Nakano, cerca del barrio donde vivo. Destacar la segunda de sus plantas, un verdadero gozo para los amantes del manga, el anime, el merchandising y el frikísimo en general. De entre sus tiendas me quedo con Mandarake (una de las franquicias con más renombre de Japón) y su inacabable cantidad de estanterías repletas de cualquier manga habido y por haber.



Un par de horas más tarde y harto de tanta tienda, me dispuse a coger la Yamanote Line (la línea de ferrocarril más famosa de la compañía Japan Railways organizada alrededor del palacio imperial, en el centro de la capital nipona) para visitar el barrio de Ikebukuro. Otra “ciudad” llena de luces, colores y sonido por doquier, donde abundan los centros recreativos y de pachinko (la maquina tragaperras nacional japonesa), los restaurantes, las tiendas de electrónica y los karaokes. Andar por cualquier calle de la antigua Edo es una gozada para todos los sentidos y en cada esquina puede sorprenderte algo nuevo. En Tokio todo el mundo puede satisfacer sus necesidades de ocio.



Para terminar “el día del tifón” decidí ir a visitar uno de los paseos más famosos de la capital, Omotesando. Una gran avenida del estilo de Champs-Élysées en París, donde las marcas de ropa más conocidas se dan cita una detrás de otra en grandes escaparates luminosos.

Parece que las previsiones apuntan a que el tifón pasará de largo esta noche para amanecer otra vez con sol. Espero contaros más cosas mañana de esta magnífica ciudad.

domingo, 30 de agosto de 2009

Primeras horas en Japón

Hola de nuevo a todos ya desde el país del sol naciente. Ayer no pude escribir porque mi llegada a Japón fue de todo menos tranquila. Pero empecemos por el principio.

Solo llegar a Narita (el aeropuerto internacional de Tokio) me informaron de que mi maleta se había perdido. El susto fue tremendo, pero no me sorprendió ya que tuvimos un retraso de más de 45 minutos en Barcelona. Casi perdemos el vuelo a Japón en Roma (donde hacíamos escala) y claro, las maletas no llegaron a tiempo al embarque. Confiando en el buen hacer de los empleados japoneses de Alitalia, me dispuse a tener mi primera experiencia con la red ferroviaria japonesa. Un tren lanzadera me llevó de Narita a la estación de Tokio y allí hice transbordo para llegar a mi residencia en Higashi Koganei, un barrio muy tranquilo y bastante alejado del centro de la capital nipona.


Mi residencia: Big Apple Mu

Después de aposentarme en mi habitación, sin nada más que lo puesto, me dispuse a investigar. Encontré uno de esos supermercados 24 horas llamados “conbini” (de convinience store) y allí compré la comida y algunos utensilios que me hacían falta. Con la comida a cuestas, cogí otra vez el tren y me dispuse a visitar por primera vez Tokio. El barrio escogido fue Shinjuku (uno de los centros de ocio de la capital nipona, con grandes almacenes por doquier y donde los neones luminosos, la música y el ruido no descansa nunca). La primera impresión fue de gran “shock”, mis sentidos intentaban no dejar pasar ninguna de las nuevas sensaciones, pero creo que aun me falta entrenamiento. Una vez cayó el sol por el horizonte, volví a la gran estación de Shinjuku para regresar a mis nuevos aposentos, no sin antes perderme gran varias veces. Al final, dos jsponesas de mediana edad, aparentemente simpáticas, se ofrecieron a enseñarme el camino. Pude practicar un poco de japonés (y a su vez darme cuenta de lo mucho que he perdido) durante el trayecto, pero cuando me di cuenta habíamos bajado en una estación de la cual apenas había visto su nombre en el mapa. Nos disponíamos a andar por un barrio kurai, kurai (oscuro, oscuro decían las mujeres) y sin saberlo, ante mis ojos, apareció una iglesia cristiana: aquellas mujeres pretendían sumar otro feligrés a su cosecha y me habían visto cara de “pardillo en la estación! Mi total negativa, al final las disuadió de su cometido y pude llegar por fin a mi destino, la residencia.


Ya podéis apreciar que, aquí en Japón, todo por insignificante que parezca se convierte en una gran aventura. A por cierto, ya recuperé mis pertenencias así que solo he tenido que lamentar el susto de ayer. Hasta la próxima!

jueves, 27 de agosto de 2009

Próximo destino, Japón!

Después de meses planeando el viaje por fin llegó el día. Mañana cojo un vuelo para iniciar mi primera gran aventura en el país nipón, del cual ya os he ido hablando largo y tendido a través de mis artículos. En cuanto llegue a Japón el blog va a cambiar de estructura. Se convertirá en un espacio a modo de diario de viaje, donde iré incorporando mis experiencias diarias tanto en Tokio (donde estaré casi todo el mes haciendo un curso de lengua japonesa) como en otras ciudades que pueda visitar y conocer.

Nada más que decir. Esperar que sigáis atentos al blog y 日本に会いましょう!、じゃ、またね (nos vemos en Japón,hasta la pròxima!)


lunes, 24 de agosto de 2009

El zorro en el folklore japonés

La mitología japonesa está llena de referencias al mundo animal. En muchas de las historias del folklore sintoísta nipón, son los seres de la naturaleza los que asumen el protagonismo adoptando formas y características antropomórficas.

Liebres, gatos, tanukis (un animal originario de Japón y de la zona de Manchuria, que se confunde con el mapache), perros y por encima de todos el zorro (kitsune). Un animal que tiene un protagonismo especial en el imaginario japonés y que va asociado a la figura del Dios Inari (Dios Zorro), que aunque posee cualidades buenas y malas se relaciona normalmente con estas últimas.

Se dice que los zorros tienen poderes sobrenaturales, que poseen una visión infinita, pueden oír cualquier cosa e incluso saber los pensamientos más ocultos de los seres humanos. Cuentan las historias que tienen la capacidad de transformar-se y transmutar en otros seres, mujeres de gran belleza, para usar así su principal atributo malvado, el engaño. Aunque en Japón las leyendas relacionadas con zorros se asocian generalmente con el mal, muchas veces Inari se presenta como una deidad benéfica, que puede curar resfriados, proporcionar riqueza a los pobres y ayudar a la mujer que desea tener hijos. Inari se asocia también, en ocasiones, al Dios de los niños, Jizô. Ayuda a los pequeños a soportar con estoicidad el afeitado de la cabeza cuando se hace con una cuchilla poco afilada y para soportar también los baños calientes, que en Japón suelen rondar los 43º.



Inari recompensará a aquellos humanos que hayan sido bondadosos con los zorros con tesoros efímeros como monedas de oro que al tiempo se convertirán en hierba. La dualidad entre bondad y la maldad será una constante en las historias donde aparezca este dios encarnado en la figura del zorro.

Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón de F. Hadland David

viernes, 21 de agosto de 2009

El Karaoke

Desde finales del siglo XIX, con la apertura de Japón durante la Restauración Meiji, el país empezó a absorber conocimientos y tecnología occidental. Supo adaptar e interpretar a su modo todo aquello que venía de fuera. Prueba de ello fue la tecnología ferroviaria, que en poco tiempo se convirtió en la envidia de todo el mundo y hoy en día es considerada la red de trenes más rápida, segura y puntual. Del mismo modo, el país nipón supo exportar al resto del mundo productos propios, que con el tiempo se han convertido en fenómenos globales. Hablamos del manga, el anime, la robótica, las marcas de automóvil, nuevas tecnologías como cámaras o móviles y un largo etc.

Lo que poca gente sabe es que un invento tan peculiar y mundialmente famoso como el karaoke también vino del país del sol naciente (aunque algunos digan que es originario de Corea).

Fue en la década de los 70 cuando Japón presentó al mundo un producto de cosecha propia: el karaoke. Un invento que no podía llegar de ningún otro lugar y que, pese a su marcado tono irreverente y transgresor para la época, había nacido para quedarse. Es improbable que aún exista alguien que no conozca la mecánica del karaoke pero para los despistados diríamos que consiste en cantar con acompañamiento pregrabado, que suele adoptar la forma de videos láser un tanto cutres. Si hacemos una inmersión semántica vemos que Kara significa “vacío”, mientras que oke es la abreviatura de la palabra inglesa orchestra (orquesta).



En Japón el karaoke es una de las distracciones por excelencia. Los fines de semana los jóvenes nipones se reúnen, no para ir de fiesta a las discotecas (que también las hay), sino para pasar un buen rato cantando sus temas favoritos en grandes edificios diseñados para ello. La mayoría de restaurantes y bares (izakaya) también disponen de este invento para hacer “las delicias” de trabajadores y empresarios, que, sake en mano, disfrutan de un rato de evasión después de una larga jornada laboral. Sigue siendo un misterio como alguien puede encontrar satisfacción en escuchar cantar a un oficinista borracho destrozando clásicos de la historia de la música. Para la sociedad nipona, el karaoke es visto como una válvula de escape, un antídoto contra el estrés que ayuda a crear un estrecho vínculo entre los que lo practican, generalmente amigos o compañeros de trabajo.

Visitar Japón y no experimentar con este invento ya no es excusa, y es que todos los karaokes disponen de una selección de canciones en inglés y español con títulos como: Yesterday, la Bamba o la Macarena.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El órgano legislativo: La Dieta Nacional

El sistema político japonés vive horas convulsas. Los últimos comicios a la Asamblea de Tokio pusieron fin a cuatro décadas de hegemonía del LDP en el órgano legislativo de la capital y han dejado muy tocado al partido del primer ministro, Taro Aso, que se ha visto obligado a adelantar las elecciones al Parlamento al próximo 30 de Agosto. Los bajos índices de popularidad del primer ministro combinados con la peor crisis económica después de la guerra hacen presagiar un cambio de roles en el marco político japonés.

Coincidiendo con los próximos comicios, he visto interesante escribir un artículo sobre las características de la Dieta Nacional o Kokkai, órgano legislativo del país nipón.

La Constitución de 1947 es explícita. El órgano legislativo por excelencia recae en manos de la Dieta, única institución encargada de redactar y promulgar leyes a través de las dos cameras clásicas del sistema parlamentario, Cámara Baja (Shugiin) y Cámara Alta (Sangiin).

El parlamentarismo japonés, fue construido en base al modelo Westminster inglés: una Cámara Alta (de nobles) con menor importancia que la Cámara Baja (de representantes) y con un órgano ejecutivo (el Gabinete o Gobierno) que a la práctica es más poderoso que la Dieta. Se trata de un sistema asimétrico en el cual, la Cámara Baja será quien prevalezca si 2/3 partes de la misma votan a favor de la aprobación o nulidad de una ley. Asimismo, esta supremacía se deja ver en otras cuestiones como en la elección del primer ministro, la aprobación de los presupuestos nacionales o la ratificación de tratados internacionales.

Las funciones del Parlamento quedaron recogidas en la Constitución del 1947:

- Elaborar leyes.
- Aprobación de los presupuestos nacionales.
- Ratificación de tratados internacionales.
- Iniciar proyectos de reforma constitucional.
- Escoger al Primer Ministro.
- Cesar al gobierno cuando sea necesario.
- Imputar a jueces.
- Establecer las propias disposiciones internas.

Hasta el día de hoy, y a expensas de lo que pueda pasar el próximo 30 de Agosto, el LDP cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento, con 2/3 del mismo tal y como consiguió Junichiro Koizumi en las elecciones de 2005. No así en la Cámara Alta, donde el PD (Partido Demócratico) de Yukio Hatoyama es quién tiene el control.

El futuro político del país del sol naciente está a punto de vivir un cambio. Las elecciones del día 30 pueden terminar con el monopolio político del LDP después de más de 50 años y constituir un nuevo gobierno nunca visto hasta la fecha. Solo las urnas saben el resultado.

domingo, 16 de agosto de 2009

El uso de los palillos y los buenos modales en la mesa

Comer con tenedor, cuchillo y cuchara es un invento occidental. Las culturas del sudeste asiático, así como la China y Japón, han utilizado durante centenares de años otro tipo de utensilios para comer: los palillos. Mundialmente conocidos hoy en día, son utilizados por casi un tercio de la población mundial y su uso es de lo más práctico. A modo de pinzas, sirven para coger las pequeñas porciones de comida servidas en la mesa o para arrastrar el arroz y otros trozos de comida a la boca.

Muchos de nosotros cuando vamos a un restaurante asiático queremos hacer la gracia de intentar comer con los palillos, pero lo que poca gente sabe es que existe un estricto protocolo para usarlos de forma correcta. Según la norma japonesa de buenos modales en la mesa:


- No está bien visto agitar los palillos.

- Señalar a alguien con los palillos se percibe como una amenaza.

- No usar los palillos para apartar la comida o empujar los platos.

- Los comensales no deben pasarse la comida usando los palillos.

- Sopas y fideos en caldo (no así el ramen) se toman del cuenco.

- Sorber de manera ruidosa al comer fideos es de buena educación.

- La salsa de soja se servirse en un platillo, nunca sobre la comida.



Decir itadakimasu (similar a nuestro “buen provecho”, pero que hace referencia a cuando los comensales piden permiso para servirse) al empezar la comida y gochisou sama deshita (un cumplido para el chef) al terminar, se consideran a su vez frases establecidas de buena educación.

Así pues, empezamos a ver que las diferencias entre nuestra cultura y la japonesa se extienden a todos los niveles de la sociedad y como no, las formas en la mesa son también un punto de divergencia.

viernes, 14 de agosto de 2009

La lealtad japonesa: los 47 samuráis

Cuenta la historia, que en el año 1701, durante el periodo de poder del Shogun Tsunayoshi, un daimyo (señor feudal) de las cercanías de Hiroshima llamado Asano de Ako pidió consejo un antiguo hatamoto (samurái y sirviente directo del gobierno militar Tokugawa) para que le enseñara el protocolo adecuado para la recepción de un enviado imperial. Este último, de nombre Kira Yoshihira, engañó y manipuló al daimyo para que la recepción fuese un fracaso y no contento con eso, se rio de todo ello provocando el enojo del señor feudal. En un acto de ira, Asano hirió levemente a Kira con su wakizashi (espada corta tradicional japonesa que llevaban los samuráis y que usaban cuando no disponían de la katana), lo que le valió la condena a muerte por la ceremonia del seppuku (suicidio ritual de los samuráis que goza de gran prestigio). Se consideraba delito desenfundar un arma dentro del recinto de palacio del Shogun.



La muerte de Asano provocó que el gobierno militar confiscara sus tierras y todos sus samuráis, más de 300, se convirtieron en ronins o guerreros sin amo en busca del mejor postor. Aún así, 47 de ellos decidieron vengar a su señor y atacaron la mansión de Kira en la capital, Edo (actual Tokio). Acabaron con su vida, le decapitaron y llevaron su cabeza junto a la tumba de Asano. Posteriormente, y sabiendo ya el futuro que les esperaba, se entregaron voluntariamente a la justicia. Fueron condenados a morir igual que su antiguo daimyo, por el ritual del seppuku, y enterrados a su lado en el templo Sengakuji en Edo.

Desde un principio fueron considerados héroes y hoy día sigue la peregrinación de japoneses a su tumba para mostrar admiración. Tres siglos después, en octubre de 2001, se inauguro un museo en el mismo templo Sengakuji para conmemorar la hazaña de esos 47 samuráis.

miércoles, 12 de agosto de 2009

La festividad de los difuntos: el Obon

El pragmatismo religioso es uno de los aspectos más peculiares del país nipón. Sintoísmo, budismo y también confucianismo, como ética del comportamiento, conviven en una sociedad que no excluye, sino que integra y transforma todo aquello que viene de fuera en beneficio propio. La confluencia de dos religiones tan arraigadas como son sintoísmo y budismo ha dado lugar a un sinfín de celebraciones, ritos y ceremonias que discurren a lo largo de todo el año. Una de las más importantes es la festividad del Obon o Día de los Difuntos, que se celebra entre el 13 y 16 de agosto.

Durante los cuatro días de celebración del Obon gran parte de los japoneses regresan a sus pueblos y aldeas natales para rendir culto a sus ancestros. Se limpian las tumbas y se deja comida en ellas a modo de ofrenda y es que dice la leyenda que durante estos días “se abren las puertas del mundo de las almas y los espíritus de los seres queridos retornan a sus hogares terrenales para visitar a sus familiares en vida”. El Obon es una festividad budista que se celebra en Japón desde el siglo VII a.C y es, en definitiva, una celebración en la cual familias enteras se dan cita en los cementerios para velar las tumbas de sus seres queridos. Se trata de un ritual que guarda gran similitud con nuestro 1 de Noviembre, Día de Todos los Santos.



Diversos eventos y festividades se dan cita a lo largo y ancho de toda la geografía japonesa. Usar los taiko (tambores de gran envergadura tocados con palillos de madera o bachi) y bailar Bon Odori (danzas tradicionales) sirve, de acuerdo con la tradición, para expresar agradecimiento a los antepasados. Otro de los rituales más representativos del Obon consiste en soltar pequeñas embarcaciones echas de papel en cualquier lugar donde haya agua, con el objetivo de escoltar a las almas de los ancestros en su regreso al más allá.

lunes, 10 de agosto de 2009

La cultura del baño en Japón: el sentou

Es por muchos conocida la obsesión que los japoneses tienen con mantener su cuerpo limpio. Descalzarse al entrar en las viviendas, llevar mascarilla para evitar contagios y también la alergia al polen o lavarse las manos y enjuagarse la boca antes de entrar en los templos sintoístas, son algunos de los ejemplos más cotidianos de la relación que los japoneses establecen con la higiene. Así pues, en el artículo de hoy hablaremos de uno de los aspectos más peculiares de la sociedad japonesa: la cultura del baño.

La vinculación entre limpieza y religión se remonta al siglo VII. En aquellos tiempos los mayores templos de la capital, Nara, disponían de baños comunitarios, que habían sido construidos bien por los monjes o bien por los aldeanos. Varios siglos después, en 1591, se construyó el primer baño público en Edo (actual Tokio y ciudad que pasaría a ser la capital del gobierno militar Tokugawa entre 1603 y 1868), con un coste por el servicio de tan solo un sen (moneda de cobre). Así, sería el precio el que posteriormente daría nombre a estos establecimientos, denominados desde entonces sentou o traducido, “agua de dinero”.


Los sentou empezaron a extenderse por el país rápidamente, ya que tradicionalmente la gente no tenía un lugar donde asearse en la propia vivienda. Simplemente se desplazaba al baño público más cercano y con el previo pago de una pequeña cantidad podía ducharse y posteriormente hacer uso del ofuro (bañera). Los baños mixtos eran habituales en aquella época y constituían un emplazamiento ideal, no solo para las relaciones sociales sino también para ciertas prácticas relacionadas con el sexo. Estas licencias de carácter sexual llevaron al gobierno militar a prohibir ese tipo de establecimientos a principio del periodo Edo. En la actualidad los sentous mixtos son totalmente legales aunque muy escasos.

La separación entre limpiarse y bañarse se hace del todo palpable en la cultura japonesa y es por eso, que todos usuarios del sentou deben respetar un protocolo establecido: lo primero es dirigirte a la zona correspondiente según el sexo. Desnudarte, dejar la ropa en la taquilla asignada e ir a la zona de baño. A continuación, te sitúas en una de las duchas libres, te sientas en un taburete y te duchas para terminar echándote agua fría por encima usando un pequeño cubilete (la imagen típica aparecida en las películas japonesas). Finalmente, ya solo queda entrar en el ofuro para tomar un baño relajante. La temperatura en esta especie de bañera suele rondar los 45 grados, es por eso que no se recomienda estar más tiempo de lo necesario, ya que podrías llegar a desmayarte.
Tokio cuenta todavía con alrededor de 1500 establecimientos abiertos al público con un precio que ronda los 300 yenes.



Actualmente, una de las preferencias de los nipones a la hora de buscar vivienda es poder contar con un espacio para llevar a cabo este ritual. La mayoría de ellos pasa alrededor de unos 30 minutos al día dentro del agua siendo este, quizás, el momento más placentero de la jornada.

sábado, 8 de agosto de 2009

Arte viviente: las geishas

La tecnología, el sushi, los samuráis, la escritura o el sumo son algunos de los conceptos que a los occidentales nos vienen rápidamente a la mente al oír la palabra Japón. En este sentido, el artículo de hoy lo dedico a hablar de uno de los mayores atractivos culturales del país: las geishas.

El origen de las geishas se remonta a los barrios de placer nacidos durante el período Edo (1603-1868). El gobierno militar instaurado por Ieyasu Tokugawa se convirtió en un régimen conservador y muy represivo contra la libertad de acción de los individuos, con el fin de evitar cualquier cambio en la nueva estructura social. Esa presión excesiva sobre los ciudadanos necesitaba una vía de escape y es por ello que en las principales ciudades se formaron los barrios de placer con teatros, burdeles y baños públicos. Verdaderos mundos flotantes (ukiyo), donde las reglas sociales se dejaban a un lado y los deseos y la diversión entraban en juego. En estos barrios, las denominadas Casas Verdes, algo más que simples burdeles, solían ofrecer banquetes animados por cortesanas instruidas en el arte de la danza y el canto. A partir del siglo XVIII a estas artistas femeninas se las empezó a conocer bajo el nombre de geiko (muchachas artistas), un nombre usado aún en algunas regiones del país.
La geisha se convirtió en una obra de arte viviente. Su rostro blanqueado por un peculiar maquillaje y su pequeña boca pintada de rojo brillante se manifestaron en características principales de un nuevo icono de feminidad. Alegres, locuaces y llenas de gracia y sensualidad, las geishas son apreciadas por su talento y sus dotes de conversación. Al principio, muchas de ellas llegaron a ejercer la prostitución hasta que el gobierno Tokugawa les prohibió dormir y mantener relaciones sexuales con sus clientes.



En la actualidad, las geishas perciben unos honorarios muy elevados. Su vestuario incluye una colección de kimonos de colores adecuados para cada estación y evitan vestir el mismo atuendo dos veces ante el mismo cliente. El objetivo de la mayoría es encontrar un danna (cliente rico), que las mantenga.

En el período Edo, la carrera de una futura geisha empezaba desde la infancia; hoy en día empiezan antes de la veintena. Esta profesión cuenta con un gran prestigio social y todavía hay cientos de japonesas que aspiran a convertirse algún día en geishas profesionales. Solo tres de cada diez aspirantes aguantarán la dura formación como maiko (aprendiz) en la okiya (casa de geishas), donde son instruidas en el arte del cante, la danza, el samaisen (una especie de laúd de tres cuerdas) y los buenos modales.



Es posible que el visitante logre ver alguna geisha en el barrio de Gion, en Kioto, donde al parecer aún existen alrededor de unas 500. Por su parte, Tokio cuenta con un millar de estas artistas, aunque raramente dejan verse.

lunes, 3 de agosto de 2009

Amaterasu y su hermano rebelde

En el artículo de hoy seguiré explicando un poco de mitos fundacionales. En este caso, la historia que nos ocupa es la de Amaterasu y Susanô, hijos de Izanagi e Izanami (los primeros pobladores del archipiélago). Los protagonistas del relato se convertirán en los dioses más importantes de la mitología clásica japonesa.

A Amaterasu se le otorgará el cargo más importante dentro del panteón de dioses japoneses, un hecho que aceptará como deidad, todo al contrario que su hermano Susanô, rebelde por naturaleza y celoso por la distinción dada a su hermana. Este se pasará todo el día llorando y haciendo lo contrario a lo que le correspondería como dios. Un día, decide que echa de menos a su madre Izanami y que quiere ir a verla al reino de los muertos, el Yomi (el infierno de la mitología japonesa). Antes de su viaje a las profundidades, creerá necesario hacer una visita a su hermana Amaterasu para comunicarle la decisión.

De camino al palacio de su hermana, los pasos de Susanô se convierten en grandes terremotos y ella, espantada de que le quieran robar sus poderes, decide coger el arco para defenderse. Por sorpresa, al llegar, Susanô le pide que se unan y tengan hijos. Ella acepta e inician el ritual de apareamiento primero, entregándose regalos el uno al otro. El le regala una espada, Amaterasu la muerde rompiéndola en tres pedazos de donde nacen tres princesas. Ella, por su parte, le regala un collar de piedras preciosas, que Susanô se lleva a la boca y escupiendo cinco veces consigue engendrar cinco dioses barones.

En ese momento, empezará una pugna entre hermanos por el poder en el cual, las hijas se pondrán de parte del padre mientras que los cinco dioses tomaran parte por su madre. Con todo, Susanô decide que ya no quiere ir a ver a su madre y que se quedará en el Takamagahara (cabe entenderlo como un lugar de la geografía mítica, el escenario del acontecer de la mitología) durante un tiempo.

Sin poder dejar atrás su condición de rebelde, Susanô volverá a cometer toda clase de excesos: bajará al mundo (entendido ya como el archipiélago nipón) y empezará a romper las paredes de los campos de arroz, taponará el sistema de riego, matará animales y un largo etc. de barbaridades. Viendo el inaceptable comportamiento de su hermano, Amaterasu se entristece y decide viajar a Iwayato, donde se esconderá en una cueva oscura con la intención de no salir jamás. Al tratarse de la divinidad del Sol y la Luz, todo el mundo conocido quedará sumido en las tinieblas.

Al ver la situación, los dioses deciden reunirse en asamblea para debatir la mejor solución al problema. Después de mucho discutir, el dios de la sabiduría propone colocar pajaritos al lado de la cueva ya que al oír el piar Amaterasu saldría llevada por la curiosidad. La propuesta terminará fallando de forma estrepitosa. Sin rendirse, los ocho millones de dioses propondrán crear un espejo y un collar que colgaran delante de la cueva. Amaterasu, como mujer presumida que es querrá probarse el collar y saldrá de su escondite.

La diosa intrigada por el resplandor del collar decide apartar un poco las rocas que taponaban su refugio y en ese momento, el dios de la fuerza cogiéndola la hace salir de un tirón. Una vez fuera, Amaterasu prometerá no volver a esconderse si las deidades expulsan definitivamente a su hermano del Takamagahara.

Finalmente, así sucede y el hermano rebelde abandona el territorio divino para empezar su andadura por las tierras de la antigua Izumo (territorio situado al oeste de la gran isla de Honshu).

Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón de F. Hadland David

sábado, 1 de agosto de 2009

Arte escénico japonés: el kabuki

Hablar de las artes escénicas en Japón es hablar del teatro Kabuki. Nacido en el siglo XVII, durante el periodo Edo (1603-1868), fue una mujer llamada Okuni la que representó por primera vez este nuevo tipo de teatro y danza a la gente de Kioto. Rápidamente alcanzó una enorme popularidad y se convirtió en una “válvula de escape” para la clase plebeya de Edo (actual Tokio y capital del shogunato Tokugawa), que veía como se les prohibía el acceso al antiguo y minimalista teatro Noh.

El término Kabuki, en japonés significa “disciplina de canto y danza” y aún siendo considerado teatro, comparte algunos aspectos de la ópera y del balet. La palabra Kabuki era utilizada en sus inicios para referirse a representaciones en las que tan solo actuaban mujeres y a menudo, no era sino una tapadera para ejercer la prostitución. La mala fama llegó a oídos del shogunato, quién prohibió en 1629 cualquier representación teatral que incluyera actrices. Sin embargo, el Kabuki resistió el golpe y con un lavado de cara, después de que se prohibiera también participar a los hombres jóvenes, empezó una tradición de teatro masculino adulto que ha llegado a nuestros tiempos. El nuevo Kabuki creció hasta convertirse, en el siglo XVIII, en el teatro de masas de la capital. Sus actores eran reconocidos y encumbrados como estrellas de las artes escenográficas y muchos de ellos quedaron inmortalizados en xilografías y pinturas de la época.

En sus representaciones, uno de los aspectos más destacados es la extraordinaria habilidad y feminidad de los actores para desempeñar papeles femeninos (onnagata). Los escenarios giratorios, la importancia de los músicos, la presencia de un narrador y un vestuario imponente de colores vivos forman también parte de este teatro. Historias de amor, luchas entre clanes samuráis y apariciones de seres del más allá son algunos de los temas más recurrentes del Kabuki, que a menudo se ayuda de un maquillaje especial hecho a base de polvos de arroz para enfatizar las líneas faciales. El uso de máscaras es también muy corriente para representar a los seres sobrenaturales.


En la actualidad, Japón, cuenta con un número reducido de teatros donde se representan obras de Kabuki. El Teatro Nacional, el Kabuki-za y el Shimbashi Embujo , todos ellos en Tokio, son los más conocidos, e incluso permiten asistir a un solo acto ya que la mayoría de las obras llegan a prolongarse hasta las diez horas.

Desde 2005 el teatro kabuki es considerado Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco.