Hace ya un tiempo que no escribo un artículo económico y creo que ya va siendo hora. Se veía a venir y finalmente China ha desplazado Japón como segunda potencia económica mundial. El único país que aún parece fuera del alcance del gigante asiático son los Estados Unidos, aunque algunos analistas como Goldman Sachs o Pricewaterhouse Coopers empiezan a ver el final de la hegemonía norte americana a partir de la siguiente década.
Cuatro años atrás China superó a Gran Bretaña, luego sucumbió Alemania y la última víctima ha sido Japón, que parecía resistirse. Un ascenso meteórico, el de China, que en el segundo trimestre descabalgó Japón de la segunda plaza. El producto interior bruto de Japón entre abril y junio creció tan sólo un 0,4% a ritmo anual, muy por debajo del 2,3% que esperaban sus dirigentes, y un 0,1% respecto al trimestre anterior. Con estos datos, el PIB nominal japonés ascendió a los 1,286 billones de dólares, por debajo de los 1,335 billones de China. Parece que el ritmo de crecimiento chino, un 9%, frente al 3% de Japón hace vaticinar un relevo inminente en la segunda posición de este ranking de economías mundiales.
Estados Unidos, Japón y Europa han confiado durante la crisis en la fuerte demanda china, que seguía creciendo a ritmos impensables para cualquier otro país. Aún así parece que esta demanda no será suficiente para que Japón abandone la época de recesión económica que vive desde hace ya más de una década. El país asiático ocupaba el segundo lugar desde que en 1968 superó a Alemania Occidental. La industria y una economía basada en las exportaciones permitieron a Japón renacer de sus cenizas después de la Segunda Guerra Mundial. En estos momentos, las tornas han cambiado y el llamado “milagro económico” parece haber saltado del archipiélago al continente siendo el turno de China. Crecimientos tímidos durante años, problemas económicos endémicos y una larga sucesión de primeros ministros en apenas un lustro parecen haber terminado con los días de gloria japoneses.
Naoto Kan, actual primer ministro, hereda una población cada vez más envejecida y menguante, una demanda interna débil, deflación, exportaciones a la baja y un horizonte oscuro. A ello, le sumamos la cotización de la moneda nacional, el yen, que ha alcanzado máximos históricos respecto al dólar generando un escenario desfavorable para las exportaciones. Un “decadencia” que coincide con la pujanza china, que intenta contener su crecimiento por miedo al sobrecalentamiento. Un dato a tener en cuenta es que la economía china, a día de hoy, es 90 veces mayor que cuando Deng Xiaoping inició las reformas en 1980.
China entró en la actual recesión mundial la última y salió de ella la primera para tirar del carro global. Desde el año pasado su mercado automovilístico supera al estadounidense y sus exportaciones ya son mayores que las alemanas. Es el primer comprador de mineral de acero y el segundo exportador de crudo, al mismo tiempo posee cuatro de las diez empresas más importantes del mundo. Aún teniendo en cuenta el contexto China sigue siendo el primer socio comercial de Japón, a pesar de no haberse limado los constantes roces diplomáticos. La escalada económica china ha venido acompañada de un aumento de su influencia en el mundo, mientras que la diplomacia nipona sigue pareciendo un simple apéndice de la estadounidense.
En cambio, en términos de renta per cápita China sigue ocupando puestos muy por debajo de su posición económica mundial. Se sitúa en el puesto 127, en el bloque africano con 3.600 dólares, menos de la décima parte de los 37.800 dólares de Japón. Las cifras macroeconómicas no esconden la realidad cotidiana del país más poblado del mundo, un país que aún sigue en vías de desarrollo.
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