domingo, 5 de mayo de 2013

Escapada a Yakushima


Desde que llegué a Miyazaki, no había tenido aún la oportunidad de hacer turismo por la isla de Kyûshû (九州), las más meridional de las cuatro que forman el archipiélago japonés y característica por sus bellos paisajes naturales. Así pues, durante la Golden Week (del 27 de abril al 6 de mayo) decidí hacer una escapada de tres días a la pequeña isla de Yakushima (屋久島). 




La isla, con forma de pentágono irregular, se encuentra a unos 60 kilómetros de Kagoshima (鹿児島) y, con apenas 15.000 habitantes, Yakushima posee uno de los ecosistemas menos alterados por el hombre hasta el momento. Fauna y flora conviven en armonía con el ser humano, que se ha encargado de proteger este entorno natural desde que llegó a la isla. A su vez, los frondosos bosques y las transparentes aguas de Yakushima, que sirvieron de inspiración al director Hayao Miyazaki para crear los bellos parajes de La princesa Mononoke, albergan en su interior más de 300 especies autóctonas de plantas y animales que no han sido catalogadas en ningún otro rincón del planeta. Un hecho que no pasó desapercibido por la Unesco, quién en 1993 declaró parte de la biosfera de la isla Patrimonio de la Humanidad.



Dentro de las especies protegidas por la Unesco se encuentra el llamado Cedro de Yakushima (屋久杉). Un árbol que sólo crece en la isla (a partir de cierta altitud) y que desde hace años se ha convertido en un verdadero reclamo turístico  Miles y miles de japoneses visitan cada año los bosques de Yakushima para contemplar la majestuosidad de estos árboles milenarios. Y, sin lugar a dudas, de entre todos ellos destaca el Cedro Jômon (縄文杉), el más viejo de los Cedros de Yakushima. Los expertos calculan que nació hace más de 2.500 años durante el neolítico japones, también llamado época Jômon y es por eso que recibe este nombre.
 

Para poder ver este ejemplar único, es necesario emprender un largo camino y es que se encuentra situado a gran altitud. Es por ello que decidí contratar un guía y vivir mi primera experiencia con el trekking. A las cuatro de la mañana me recogieron del hostal para llevarme a los pies de una de las montañas que conforman la geografía de Yakushima. Me disponía, junto a una familia japonesa, y a otros centenares de intrépidos (sí, más preparados que yo) a emprender un largo camino para observar, in situ, al majestuoso Cedro Jômon. Durante las diez horas de camino hubo tiempo para todo, incluso para discutir de economía con el padre de familia.

Quedé fascinado por la belleza de los parajes naturales de Yakushima y es que nunca antes había sentido tal sensación de paz. Una simbiosis total con el entorno que me permitió disfrutar cada momento, cada paso de una caminata que no se hizo tan terrible como había llegado a pensar previamente. Sin duda una de las experiencias más gratificantes que me ha tocado vivir.



El último día lo aproveché para hacer snorkel en una de las playas de Yakushima. Aunque el agua aún estaba fría, el traje impermeable que me proporcionaron cumplió su cometido y pude disfrutar de una jornada observando la fauna marina de la isla.




Unos días de relax en comunión perfecta con la naturaleza para recargar pilas y volver a enfrentarse, de nuevo, al reto del estudio del japonés. !Hasta pronto!



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