Hola de nuevo a todos ya desde el país del sol naciente. Ayer no pude escribir porque mi llegada a Japón fue de todo menos tranquila. Pero empecemos por el principio.
Solo llegar a Narita (el aeropuerto internacional de Tokio) me informaron de que mi maleta se había perdido. El susto fue tremendo, pero no me sorprendió ya que tuvimos un retraso de más de 45 minutos en Barcelona. Casi perdemos el vuelo a Japón en Roma (donde hacíamos escala) y claro, las maletas no llegaron a tiempo al embarque. Confiando en el buen hacer de los empleados japoneses de Alitalia, me dispuse a tener mi primera experiencia con la red ferroviaria japonesa. Un tren lanzadera me llevó de Narita a la estación de Tokio y allí hice transbordo para llegar a mi residencia en Higashi Koganei, un barrio muy tranquilo y bastante alejado del centro de la capital nipona.
Solo llegar a Narita (el aeropuerto internacional de Tokio) me informaron de que mi maleta se había perdido. El susto fue tremendo, pero no me sorprendió ya que tuvimos un retraso de más de 45 minutos en Barcelona. Casi perdemos el vuelo a Japón en Roma (donde hacíamos escala) y claro, las maletas no llegaron a tiempo al embarque. Confiando en el buen hacer de los empleados japoneses de Alitalia, me dispuse a tener mi primera experiencia con la red ferroviaria japonesa. Un tren lanzadera me llevó de Narita a la estación de Tokio y allí hice transbordo para llegar a mi residencia en Higashi Koganei, un barrio muy tranquilo y bastante alejado del centro de la capital nipona.
Mi residencia: Big Apple Mu
Después de aposentarme en mi habitación, sin nada más que lo puesto, me dispuse a investigar. Encontré uno de esos supermercados 24 horas llamados “conbini” (de convinience store) y allí compré la comida y algunos utensilios que me hacían falta. Con la comida a cuestas, cogí otra vez el tren y me dispuse a visitar por primera vez Tokio. El barrio escogido fue Shinjuku (uno de los centros de ocio de la capital nipona, con grandes almacenes por doquier y donde los neones luminosos, la música y el ruido no descansa nunca). La primera impresión fue de gran “shock”, mis sentidos intentaban no dejar pasar ninguna de las nuevas sensaciones, pero creo que aun me falta entrenamiento. Una vez cayó el sol por el horizonte, volví a la gran estación de Shinjuku para regresar a mis nuevos aposentos, no sin antes perderme gran varias veces. Al final, dos jsponesas de mediana edad, aparentemente simpáticas, se ofrecieron a enseñarme el camino. Pude practicar un poco de japonés (y a su vez darme cuenta de lo mucho que he perdido) durante el trayecto, pero cuando me di cuenta habíamos bajado en una estación de la cual apenas había visto su nombre en el mapa. Nos disponíamos a andar por un barrio kurai, kurai (oscuro, oscuro decían las mujeres) y sin saberlo, ante mis ojos, apareció una iglesia cristiana: aquellas mujeres pretendían sumar otro feligrés a su cosecha y me habían visto cara de “pardillo en la estación! Mi total negativa, al final las disuadió de su cometido y pude llegar por fin a mi destino, la residencia.
Después de aposentarme en mi habitación, sin nada más que lo puesto, me dispuse a investigar. Encontré uno de esos supermercados 24 horas llamados “conbini” (de convinience store) y allí compré la comida y algunos utensilios que me hacían falta. Con la comida a cuestas, cogí otra vez el tren y me dispuse a visitar por primera vez Tokio. El barrio escogido fue Shinjuku (uno de los centros de ocio de la capital nipona, con grandes almacenes por doquier y donde los neones luminosos, la música y el ruido no descansa nunca). La primera impresión fue de gran “shock”, mis sentidos intentaban no dejar pasar ninguna de las nuevas sensaciones, pero creo que aun me falta entrenamiento. Una vez cayó el sol por el horizonte, volví a la gran estación de Shinjuku para regresar a mis nuevos aposentos, no sin antes perderme gran varias veces. Al final, dos jsponesas de mediana edad, aparentemente simpáticas, se ofrecieron a enseñarme el camino. Pude practicar un poco de japonés (y a su vez darme cuenta de lo mucho que he perdido) durante el trayecto, pero cuando me di cuenta habíamos bajado en una estación de la cual apenas había visto su nombre en el mapa. Nos disponíamos a andar por un barrio kurai, kurai (oscuro, oscuro decían las mujeres) y sin saberlo, ante mis ojos, apareció una iglesia cristiana: aquellas mujeres pretendían sumar otro feligrés a su cosecha y me habían visto cara de “pardillo en la estación! Mi total negativa, al final las disuadió de su cometido y pude llegar por fin a mi destino, la residencia.
Ya podéis apreciar que, aquí en Japón, todo por insignificante que parezca se convierte en una gran aventura. A por cierto, ya recuperé mis pertenencias así que solo he tenido que lamentar el susto de ayer. Hasta la próxima!
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