Cuando uno piensa en escribir sobre literatura japonesa le vienen a la cabeza algunos nombres, pero siempre son los mismos. Hoy en día, en el mundo globalizado donde vivimos, resulta fácil encontrar información, biografías o bibliografías de autores como Haruki Murakami, Yasunari Kawabata, Yukio Mishima o Jun’Ichiro Tanizaki los cuales, han conseguido o consiguieron en su día dar el salto hacia nuevos mercados y mostrar a occidente la idiosincrasia de las letras niponas. Aún así, es trabajo de las grandes editoriales y de las librerías el hecho de arriesgarse y apostar por otros muchos nombres que, aún sin ser conocidos fuera del archipiélago, pudieron contar con el éxito de la crítica y el cariño del público japonés. Es el caso del peculiar autor de hoy, Dazai Osamu.
Shūji Tsushima, su nombre real, nació en 1909 en la prefectura de Aomori (capital de la región de Tohoku situada al norte de la isla de Honshu) siendo el sexto hijo de una familia acomodada de terratenientes. Desde muy pequeño creció sin el cuidado de sus padres y fue adoptado y criado por una tía suya y sus sirvientes. Los acontecimientos sociales de la época le influenciaron sobremanera, sobretodo el suicidio de Akutagawa Ryûnosuke y el crack económico mundial de 1929. Dazai Osamu comenzó a participar en “movimientos sociales” en contra de todo lo que podía y se empezó a percibir que su estado anímico era poco estable, necesitado de tranquilidad. Prueba de ello fueron los dos intentos de suicidio antes de los veinte años, la segunda vez con una camarera en una pequeña isla, Anejima. La suerte jugó a “favor” del escritor ya que en ambos intentos salió con vida. Un mes después se casaba con la geisha Hatsuyo y en 1933 empezaría sus actividades como escritor dentro de la escuela romántica. Su primera obra fue Omoide, donde expresaba pensamientos y esperanzas no obtenidos. La aparente estabilidad proporcionada por la literatura se rompió en 1935 con un tercer intento de suicidio. Volvió a fracasar y no cansado, en 1937 lo volvería a intentar, esta vez después de enterarse que su mujer le era infiel.
En 1939 su vida daría un giro de 180º. Masuji Ibuse, escritor y amigo, decidió acogerle en su casa y este mismo sería el encargado de presentarle a su segunda mujer. Una maestra de escuela secundaria, quién dotó de tranquilidad y mayor claridad la vida de Dazai Osamu entre 1939 y 1948. Poco después de casarse, en 1939, empieza su época literaria más proclive. Escribirá Fugaku Hyakkei (100 paisajes del Monte Fuji) y en 1944 saca a la luz Tsugaru, diario de viajes donde quiso confirmar las raíces de su propia existencia. En 1947 escribe Shayo (Ocaso), deseo por lo imperecedero de las cosas bonitas, y un año más tarde pondría el punto y final a su última obra y, poco después, también a su vida. Ningen shikkaku (Indigno de ser humano) no fue sino el intento de rescatar la confianza perdida en el ser humano, una tarea imposible para un autor que, decepcionado, acabará por quitarse la vida junto a una de sus amantes.
Las novelas de Dazai Osamu tratan sobre hombres desarraigados y penosamente conscientes de su alienación, que se burlan de sí mismos y de la sociedad. La obra de este escritor simboliza a la perfección la derrota japonesa, ya que refleja el amargo ajuste al fracaso y el embellecimiento de la vida pasada mediante un claroscuro de humor y autocompasión entre la comedia y el melodrama.
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