domingo, 4 de julio de 2010

La transición hacia la era moderna (3)

El acuerdo con los americanos incluía varias cláusulas. La apertura de dos ciudades como Edo y Osaka, tarifas fijas a las importaciones y exportaciones de un 5%, tratado de extraterritorialidad, libertad religiosa etc. Además, se incorporó la cláusula de nación menos favorecida, que permitía a la última potencia en llegar beneficiarse de todo aquello firmado anteriormente. El nuevo tratado, pues, tendría consecuencias catastróficas para la economía japonesa. Exportaciones mucho más baratas, relaciones inestables en el valor de las monedas que provocaron la devaluación de estas, inflación de precios etc. El nivel de vida aumentó hasta un 50% y el precio del arroz se multiplicó por doce. Además, llegaron enfermedades provenientes de la India como el cólera y algunos extranjeros, sobre todo aquellos procedentes de la China, empezaron a crear conflictos con los autóctonos.

Todo esto se convertiría en caldo de cultivo para hacer renacer el espíritu de las revueltas. En esta ocasión, aparecieron los denominados Shishi, samuráis de clase media sin trabajo procedentes mayormente de los territorios de Tosa, Choshu y Satsuma, que se dedicaron a llevar a cabo acciones terroristas contra el bakufu y los extranjeros. El shogunato estaba contra las cuerdas. Por un lado, tenía gran parte de los daimyo más importantes en contra, por otro, los occidentales se sentían desprotegidos frente a los ataques constantes de los Shishi. Una situación difícil de controlar que, finalmente, conduciría Japón a una guerra civil para el cambio de gobierno el año 1868.



La situación de máxima tensión que vivía el país terminó por dividir la posición de los extranjeros, que, aún apelando a la neutralidad para no ser expulsados, por debajo se beneficiarían del comercio de armas. El shogunato empezaba a perder legitimidad ya que los altercados y la violencia que se vivía no eran más que consecuencia de su incapacidad política. El emperador, que hasta entonces no se había pronunciado en términos de política exterior, no aceptó la firma de los tratados ni tampoco dio su aprobación a los ataques terroristas de los Shishi. Al mismo tiempo, algunas intrigas destapadas dentro de la corte harán que el shogun decida hacer una purga de todos aquellos a favor del acercamiento entre bakufu y las potencias occidentales.

En el otro extremo se encontraban los daimyo de Satsuma, Choshu, Tosa y Hise. Consideraron culpable de la humillación que sufría el país al shogunato. Los dos primeros, representantes del sonnô jôi, participaban en un doble juego ya que, pese a acusar al gobierno, se beneficiarían de la tecnología y los contactos con los extranjeros. Los monopolios que habían establecido dotaron a estos territorios de un gran número de recursos económicos y la sankin kôtai dejó de ser un lastre para ellos. El señor feudal de Satsuma, que hasta 1865 había estado a favor de un pacto con el shogun, a partir de ese momento cambiará su voluntad para tomar una posición mucho más radical. Entre las influencias de este daimyo se encontraban personajes tan importantes como Okubo Toshimichi o el que sería jefe de su ejército, Takamori Saigo. Ambos terminarían siendo los principales responsables de un acuerdo secreto signado con Choshu el 1867 para derrocar al shogunato.

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