En el torneo tokiota del pasado mayo, unos 50 miembros de la Yamaguchi-gumi, la organización Yakuza más temida del país, aterrorizaron literalmente a buena parte de los asistentes cuando se dejaron ver ocupando las localidades vip del Kokugikan (uno de los esadios más importantes de Japón). También pusieron en alerta a las autoridades y a la JSA y precipitaron las pesquisas que han acabado por destapar la trama.
Sin embargo, el progresivo descalabro de este deporte viene de lejos. El posible amaño de los propios combates de sumo ya saltó a la luz después de que dos ex rikishis, Kan Konosuke y Hashimoto Seiichiro, fallecieran el mismo día de 1996 a causa de un problema respiratorio. Sin embargo, nunca se determinó si ambos fueron envenenados. Ambos habían confesado poco antes haber vivido una vida profesional cuajada de orgias sexuales, consumo de drogas y contiendas arregladas. En los años sucesivos, varios luchadores de primer orden fueron investigados por supuesto consumo de marihuana, algo que Japón penaliza severamente, y en 2007, Tokitaizan, un luchador de 17 años, falleció después de que varios de sus compañeros y su entrenador lo maltrataran durante horas golpeándolo con un bate. El último escándalo sucedió el pasado febrero, cuando el yokozuna (el rango más importante) Asashoryu abandonó el sumo después de reconocer que se había emborrachado y había agredido y amenazado de muerte al cliente de un bar en el barrio tokiota de Ginza.
Otro motivo por el que el sumo ha perdido popularidad entre los nipones es la creciente presencia y éxito de los luchadores extranjeros, que cada vez hacen más sombra a los rikishis nacionales. Basta con decir que el propio Asashoryu es mongol, al igual que Hakuho, ahora mismo el único yokozuna que permanece en activo, pese a estar también implicado en apuestas menores. Desde que el hawaiano Konishiki lograra ostentar la más prestigiosa categoría en 1993, la notoriedad de los extranjeros ha ido en aumento hasta el punto de que hoy casi la mitad de los luchadores que ocupan los primeros escalafones proceden de países como Mongolia, Rusia, Georgia o Bulgaria. Esto obligó a la JSA a endurecer las normativas y a prohibir desde 2002 que los establos reclutaran a más de un luchador foráneo cada año.
La investigación policial prosigue estos días con registros en varias heia y nuevas detenciones. Por otro lado, los oyakata que integran la junta directiva de la JSA han aceptado a regañadientes el nombramiento esta semana de Hiroshi Murayama como nuevo director de la asociación. Murayama, un ex alto cargo de la Fiscalía Superior de Tokio, sustituye temporalmente al depuesto Musashigawa y se convierte así en el primer director de la JSA que no ha sido luchador. Suyos son ahora los duros retos que afronta el sumo. Un deporte que debe recobrar su integridad, reclutar sangre nueva y recuperar la devoción de sus seguidores.
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