lunes, 3 de agosto de 2009

Amaterasu y su hermano rebelde

En el artículo de hoy seguiré explicando un poco de mitos fundacionales. En este caso, la historia que nos ocupa es la de Amaterasu y Susanô, hijos de Izanagi e Izanami (los primeros pobladores del archipiélago). Los protagonistas del relato se convertirán en los dioses más importantes de la mitología clásica japonesa.

A Amaterasu se le otorgará el cargo más importante dentro del panteón de dioses japoneses, un hecho que aceptará como deidad, todo al contrario que su hermano Susanô, rebelde por naturaleza y celoso por la distinción dada a su hermana. Este se pasará todo el día llorando y haciendo lo contrario a lo que le correspondería como dios. Un día, decide que echa de menos a su madre Izanami y que quiere ir a verla al reino de los muertos, el Yomi (el infierno de la mitología japonesa). Antes de su viaje a las profundidades, creerá necesario hacer una visita a su hermana Amaterasu para comunicarle la decisión.

De camino al palacio de su hermana, los pasos de Susanô se convierten en grandes terremotos y ella, espantada de que le quieran robar sus poderes, decide coger el arco para defenderse. Por sorpresa, al llegar, Susanô le pide que se unan y tengan hijos. Ella acepta e inician el ritual de apareamiento primero, entregándose regalos el uno al otro. El le regala una espada, Amaterasu la muerde rompiéndola en tres pedazos de donde nacen tres princesas. Ella, por su parte, le regala un collar de piedras preciosas, que Susanô se lleva a la boca y escupiendo cinco veces consigue engendrar cinco dioses barones.

En ese momento, empezará una pugna entre hermanos por el poder en el cual, las hijas se pondrán de parte del padre mientras que los cinco dioses tomaran parte por su madre. Con todo, Susanô decide que ya no quiere ir a ver a su madre y que se quedará en el Takamagahara (cabe entenderlo como un lugar de la geografía mítica, el escenario del acontecer de la mitología) durante un tiempo.

Sin poder dejar atrás su condición de rebelde, Susanô volverá a cometer toda clase de excesos: bajará al mundo (entendido ya como el archipiélago nipón) y empezará a romper las paredes de los campos de arroz, taponará el sistema de riego, matará animales y un largo etc. de barbaridades. Viendo el inaceptable comportamiento de su hermano, Amaterasu se entristece y decide viajar a Iwayato, donde se esconderá en una cueva oscura con la intención de no salir jamás. Al tratarse de la divinidad del Sol y la Luz, todo el mundo conocido quedará sumido en las tinieblas.

Al ver la situación, los dioses deciden reunirse en asamblea para debatir la mejor solución al problema. Después de mucho discutir, el dios de la sabiduría propone colocar pajaritos al lado de la cueva ya que al oír el piar Amaterasu saldría llevada por la curiosidad. La propuesta terminará fallando de forma estrepitosa. Sin rendirse, los ocho millones de dioses propondrán crear un espejo y un collar que colgaran delante de la cueva. Amaterasu, como mujer presumida que es querrá probarse el collar y saldrá de su escondite.

La diosa intrigada por el resplandor del collar decide apartar un poco las rocas que taponaban su refugio y en ese momento, el dios de la fuerza cogiéndola la hace salir de un tirón. Una vez fuera, Amaterasu prometerá no volver a esconderse si las deidades expulsan definitivamente a su hermano del Takamagahara.

Finalmente, así sucede y el hermano rebelde abandona el territorio divino para empezar su andadura por las tierras de la antigua Izumo (territorio situado al oeste de la gran isla de Honshu).

Historia sacada de Mitos y Leyendas de Japón de F. Hadland David

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