sábado, 8 de agosto de 2009

Arte viviente: las geishas

La tecnología, el sushi, los samuráis, la escritura o el sumo son algunos de los conceptos que a los occidentales nos vienen rápidamente a la mente al oír la palabra Japón. En este sentido, el artículo de hoy lo dedico a hablar de uno de los mayores atractivos culturales del país: las geishas.

El origen de las geishas se remonta a los barrios de placer nacidos durante el período Edo (1603-1868). El gobierno militar instaurado por Ieyasu Tokugawa se convirtió en un régimen conservador y muy represivo contra la libertad de acción de los individuos, con el fin de evitar cualquier cambio en la nueva estructura social. Esa presión excesiva sobre los ciudadanos necesitaba una vía de escape y es por ello que en las principales ciudades se formaron los barrios de placer con teatros, burdeles y baños públicos. Verdaderos mundos flotantes (ukiyo), donde las reglas sociales se dejaban a un lado y los deseos y la diversión entraban en juego. En estos barrios, las denominadas Casas Verdes, algo más que simples burdeles, solían ofrecer banquetes animados por cortesanas instruidas en el arte de la danza y el canto. A partir del siglo XVIII a estas artistas femeninas se las empezó a conocer bajo el nombre de geiko (muchachas artistas), un nombre usado aún en algunas regiones del país.
La geisha se convirtió en una obra de arte viviente. Su rostro blanqueado por un peculiar maquillaje y su pequeña boca pintada de rojo brillante se manifestaron en características principales de un nuevo icono de feminidad. Alegres, locuaces y llenas de gracia y sensualidad, las geishas son apreciadas por su talento y sus dotes de conversación. Al principio, muchas de ellas llegaron a ejercer la prostitución hasta que el gobierno Tokugawa les prohibió dormir y mantener relaciones sexuales con sus clientes.



En la actualidad, las geishas perciben unos honorarios muy elevados. Su vestuario incluye una colección de kimonos de colores adecuados para cada estación y evitan vestir el mismo atuendo dos veces ante el mismo cliente. El objetivo de la mayoría es encontrar un danna (cliente rico), que las mantenga.

En el período Edo, la carrera de una futura geisha empezaba desde la infancia; hoy en día empiezan antes de la veintena. Esta profesión cuenta con un gran prestigio social y todavía hay cientos de japonesas que aspiran a convertirse algún día en geishas profesionales. Solo tres de cada diez aspirantes aguantarán la dura formación como maiko (aprendiz) en la okiya (casa de geishas), donde son instruidas en el arte del cante, la danza, el samaisen (una especie de laúd de tres cuerdas) y los buenos modales.



Es posible que el visitante logre ver alguna geisha en el barrio de Gion, en Kioto, donde al parecer aún existen alrededor de unas 500. Por su parte, Tokio cuenta con un millar de estas artistas, aunque raramente dejan verse.

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