martes, 13 de julio de 2010

Shitamachi: ciudad de placeres extra muros

Extendiéndose hacia el nordeste, al otro lado del río Sumida, se encuentra shitamachi, la “ciudad baja” de Tokio. Comprende los barrios de Ningyocho y Ueno, con Asakusa como centro y hace referencia a las castas inferiores que durante el período Edo vivieron en los barrios de placer apartados de los muros del castillo Tokugawa. Shita significa “abajo”, y machi se podría traducir como “ciudad”, un lugar donde comerciantes, artistas, comediantes, artesanos y mujeres de reputación dudosa animaban el ambiente de una sociedad urbana preocupada por los problemas del día a día.

Yoshiwara se convertiría en el principal distrito del placer, el corazón del viejo mundo flotante más allá de los límites de Asakusa. Finalmente, y coincidiendo con el gran crecimiento urbano que sufrió Japón a finales del siglo XIX y principios del XX, Asakusa terminaría por incorporar Yoshiwara a sus límites pasando a ser un importante punto de encuentro para escritores, poetas, artistas e intelectuales. Un llamativo tiovivo al que se subieron millones de personas para disfrutar de un caleidoscopio de ferias, teatros, cines y miles de bares y restaurantes.

El bombardeo de 1945 devastó la capital nipona y con ello la Ciudad Baja. No obstante, sus supervivientes aún siguen manteniendo el carácter típicamente edokko (nacidos o criados en la shitamachi): despreocupación, buen humor, coraje, y conservadurismo, pese a cierta desconfianza hacia la autoridad. La modernización del país dio cuenta de todo lo que había dejado la guerra. Asakusa, que después de la guerra dejó de estar de moda, entró en declive a la vez que Shinjuku se convertía en el principal distrito de diversión de la ciudad. La avenida Rokku, antiguo paraíso de teatros y restaurantes de Asakusa, pasó a ser en terreno de pasto de cines de mala muerte y salas de striptease. Los intentos durante la década de 1980 por revivir el distrito acabaron fracasando y se empezaron a construir cines sin ningún tipo de atractivo, edificios de hormigón incluso se llegó a levantar un lujoso Rox Plaza en sus calles.



Aún así, Asakusa pudo retener su atmósfera. Montones de tiendas venden los bollitos de arroz dulce dango y las galletas sembei; a veces se ve incluso cómo los preparan. En las galerías comerciales al noroeste de Senso-ji (probablemente el templo budista más importante de la capital tokiota), detrás de Nakamise, o incluso a lo largo de la avenida principal, aún se pueden encontrar objetos típicamente japoneses como faroles de bombero, quincalla tradicional, peines y ornamentos para el pelo, abanicos, calzado de madera, tela para kimonos de alta calidad, parafernalia para fiestas e instrumentos musicales. La zona está repleta de bares y restaurantes, pero los mejores, aquellos que ofrecían entretenimiento a cargo de geishas, casi han desaparecido; de más de mil antes de la guerra, sólo quedan unas 40 en la actualidad. Es más probable que el transeúnte pueda verlas en grabados de las paredes de los sofisticados nomiya (bares), decorados con objetos de anticuario. Para el moderno Tokio, la shitamachi aún sigue siendo un lugar exótico.

Para los curiosos, cada mes de mayo, los edokko celebran el Sanja Matsuri en Asakusa. Durante dos frenéticos días, unas 800.000 personas, muchas de ellas vestidas de época, abarrotan las calles del barrio recordando la antigua shitamachi.

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