Los objetivos de la división naval del ejército nipón eran claros: obtener unos presupuestos superiores para poder llevar a cabo la expansión hacia el Océano Pacífico y, con la opinión pública a favor, empezar a diseñar un marco de acción enfocado en la conquista de los mares del sur.
A finales de la década de 1880 la marina hubo reclutado un gran número de civiles dispuestos a ayudar en la causa expansionista. Aunque surgieron divergencias ambas partes llegaron a la conclusión que lo mejor era trabajar de forma conjunta, y es que era de vital importancia tener una armada potente y una marina mercante lo suficientemente grande como para conseguir el objetivo de hacerse fuertes a nivel internacional.
A principios del siglo XX la gran mayoría de territorios isleños del Pacífico estaban bajo el control del ejército colonial japonés. Cinco años antes, la conquista de cualquier territorio que no fuese Taiwan hubiera significado una confrontación directa entra los líderes de la Restauración Meiji y las potencias europeas, algo que se había querido evitar durante los primeros veinte años del nuevo gobierno.
La guerra sino-japonesa había cambiado el escenario geopolítico de la zona. La marina quería controlar Taiwan mientras que el general Yamagata, arquitecto del Japón moderno y comandante de la Primera Flota durante la guerra contra los chinos, optaba por una política basada en avanzar hacia el norte, mantener el sur. Gran parte del colectivo intelectual nipón pensaba que era de vital importancia basar los esfuerzos militares en llevar a cabo una incursión terrestre no solamente en China sino también, como años más tarde acabaría sucediendo, en Rusia.
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