Aunque desde la última recesión económica hay menos bares de alterne, sobre todo en Ginza (uno de los barrios más adinerados de la capital nipona, Tokio), la mayoría siguen siendo muy caros. Una minoría comercia con la prostitución, pero no en los mejores clubes.
Los bares de alterne están lujosamente decorados y cuentan con un grupito de chicas bonitas que engatusa y adula al cansado ego del salaryman (hombre de negocios), mientras sirven bebidas y encienden cigarrillos. También acompañan cantando a dúo en el karaoke, a menudo hasta agotar al conjunto del local. Se da algún que otro coqueteo, pero nada más. No obstante, existen excepciones, y las hay que andan a la caza de un acaudalado danna (señor) que las mantenga como mekake (amantes), y rara vez como esposa.
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