Parece que el fetichismo a perseguido durante años las dos principales aerolíneas del país, la Japan Airlines (JAL) y All Nipon Airways (ANA), y ha convertido los vestidos de sus azafatas en codiciadas piezas que llegan a valores absurdos en el mercado negro de Tokyo. Quizás para los occidentales esta conducta pueda parecer de todo menos sana, pero no para los japoneses que cuentan con gran cantidad de opciones para satisfacer sus deseos más perturbadores. Así, pudiera parecer incluso razonable que el propietario de un burdel pague 2.000 euros por un uniforme para conseguir elevar la calidad del espectáculo.
Las dos aerolíneas están al corriente de tal actividad y han tomado medidas para evitar que los uniformes lleguen a los circuitos ilegales: numerar, por ejemplo, cada modelo para poderlo rastrear e impedir que un empleado pueda conservarlo tras abandonar la empresa. Sería una posible solución si las circunstancias fueran diferentes. La fallida de la JAL hace un par de meses supuso el despido de 1.300 azafatas y como consecuencia, la posibilidad de que centenares de piezas quedasen a merced de los fetichistas. Ni que decir, que la compañía nipona no está dispuesta a sumar, a su ya de por sí mala reputación, la publicidad que podría generar un puñado de obsesos buscando uniformes por las calles de la capital tokiota o las subastas por internet.
Sin embargo, parece difícil que no llegue a filtrarse un porcentaje significativo de uniformes, y que no empiecen a circular por las tiendas fotos polaroid de azafatas interesadas en venderlos. Seguramente ya haya algunos burdeles de Tokyo, diseñados como cabinas de avión, que aguantan la respiración.
Artículo sacado de El Periódico de Catalunya del 15 de marzo de 2010
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