La llamada experiencia de Edo empezaba al abandonar los dominios y terminaba con la vuelta a casa. Se traba de una aventura de descubrimiento de uno mismo y por encima de todo, significaba llegar a comprender qué papel podía llegar a desarrollar cada una de las localidades en el contexto colectivo de los dominios y también en relación a la capital y al shogunato.
Si hablamos de las caravanas que acompañaban a los señores feudales hasta la capital, estas se dividían en tres partes: la osendachi, o grupo más avanzado; la otomodachi, grupo principal donde solía viajar el daimyo con sus hombres de confianza y, finalmente, la oatodachi, hombres encargados de cerrar la marcha. En el decurso de los viajes, las caravanas se encontraban con un gran número de personas a su paso que también viajaban de sus ciudades a Edo. La variedad dialectal del Japón de la época (actualmente aún existen diferencias auqnue no son tan acusadas) hacía difícil la comunicación. Para solucionar este problema se crearon y popularizaron manuales con los distintos dialectos del archipiélago, que comparaban las lenguas de los dominios con las de Edo.
Una ciudad, Edo, que se convirtió en el verdadero centro cultural del país. La llegada constante de personas permitió que los conocimientos y cultura procedentes de los distintos territorios se mezclaran con la gente de la capital. Por su parte, los recién llegados aprovechaban sus largas estancias en la capital para comprar todo tipo de objetos: cerámica, telas, armas, grabados, muebles, comida y un largo etc, que se llevarían con ellos a sus casas. En un sentido inverso, la sankin koutai constituyó un mecanismo importante de diseminación de la cultura bushi (culura de los samuráis o guerreros), sus artes y su saber estar. Finalmente, las residencias de los daimyo se convirtieron en verdaderos centros culturales, donde se celebraban obras de teatro Noh y Kabuki para complacer a los cargos del Gobierno militar y a su vez servían de centros redistribuidores de información, con mensajeros que viajaban a los dominios para contar todo aquello que sucedía en la capital.
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