Llegados a este punto, me gustaría dedicar un par de entradas a la primera publicación nipona: El Kojiki (712). Una recopilación de mitos fundacionales e historias aparentemente reales puestas por escrito en los albores de la sociedad Yamato.
El Kojiki (古事記) es el libro más antiguo que se conserva sobre la historia de Japón y vendría a significar “registro de las cosas antiguas”. En él, se narran las tradiciones nacionales desde la edad mítica, con los primeros dioses, hasta el reinado de la emperatriz Suiko (593-628).
En el Kojiki, no solo se cuentan los hechos acontecidos en la historia del pueblo japonés, sino que es el primer exponente de la consciencia del estado nipón, de su despertar como pueblo a través de una mezcla de hechos reales y mitológicos. Desde siempre, Japón se ha caracterizado por tener una gran capacidad para asimilar conceptos estéticos y culturales procedentes de otras regiones. Estas influencias como la literatura, la religión, la mitología o la filosofía provenían básicamente de sus vecinos: Corea, China y el Sudeste Asiático. Así, fue durante el período fundacional del pueblo japonés, Yamato (300-645), cuando empezaron a producirse todos estos contactos.
Hasta ese momento, la cultura japonesa se había sustentado a través del culto al Shinto (religión animista por excelencia) y en las narraciones folclóricas que se transmitían oralmente de generación en generación. Y, efectivamente, es en esta vertiente religiosa dónde el Kojiki destaca por haber sido la obra sagrada del Shintoísmo. Aunque la sociedad primigenia de esa época absorbió muchos de los estilos provenientes del exterior, no dejó de lado las creencias autóctonas. Las propias tradiciones se fusionaron con las de fuera creando así una de nueva que no perdía en ningún momento la esencia propia, eclosionando toda ella para dar a luz la cultura clásica japonesa.
En este contexto fue Ono Yasumaro, sirviente e historiador de la corte imperial, quién, en el año 712 de nuestra era, se encargó de poner por escrito el material histórico a partir de las recitaciones orales de Hieda no Are. En un principio fue el emperador Tenmu el que encargó a Hieda no Are la memorización de toda la historiografía japonesa, ya que se comentaba que este tenía una capacidad excepcional de memorizar lo que leía y oía. Aún así, no sería hasta tiempos de la emperatriz Genmei (712) cuando la recopilación fue terminada y entregada por Ono Yasumaro.
En el siguiente artículo explicaré un poco más sobre la recopilación el contenido y división de la obra.
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