Aunque fueron los propios americanos el detonante de la apertura de Japón al exterior, solamente una docena de ciudadanos de ese país fueron contratados por el bakufu o por los han.
Con algunas excepciones, todos ellos llegaron a Japón para ejercer de misioneros con la apertura de los puertos en 1859. La prohibición del cristianismo les obligó a dedicar esfuerzos en el aprendizaje del japonés, así como en la enseñanza de su lengua mientras esperaban su momento.
Durante el bakumatsu los ministros americanos tuvieron una postura distante con referencia a los tratados desiguales. La guerra civil que empezaba en 1861 en su territorio y la preocupación que se tenía desde Estados Unidos a un posible conflicto armado con la consiguiente reconstrucción, fueron algunas de sus causas.
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