Me llamo Ito Soda –dijo el joven-, y sirvo en el ejército de Nabeshima. He sabido de la enfermedad de mi señor y deseo servirle hasta el último momento, pero como soy de bajo rango no es posible que me permitan acceder a él así que rezo para que Buda salve la vida de mi señor. Creo que el príncipe de Hizen ha sido encantado y, si puedo permanecer a su lado, lograré encontrar ese poder maligno que causa su enfermedad.
Ruiten, impresionado por las palabras del joven, consultó al día siguiente a uno de los consejeros y, tras un largo debate, se acordó que Ito Soda podría montar guardia junto con los cien vasallos.
Ito Soda entró en los aposentos reales y vio a su señor durmiendo en el centro de la habitación, mientras los cien vasallos cantaban con la esperanza de mantenerse despiertos. Sin embargo, a las diez en punto y, a pesar de todos sus esfuerzos, el sueño se apoderó de ellos. Ito Soda intentó mantener los ojos abiertos pero sus párpados eran más y más pesados. Se dio cuenta de que si quería permanecer despierto debería recurrir a medidas más drásticas. Puso un papel impermeable bajo su pierna y hundió su daga en el muslo.
El dolor venció al sopor durante un tiempo, pero después volvió a sentir que sus ojos se cerraban. Decidido a romper el hechizo que había derrotado a los vasallos, giró la daga para causar más dolor mientras la sangre continuaba cayendo sobre el papel.
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